Continuamos con nuestra serie sobre la epístola dirigida a los gálatas. Hoy comenzaremos con el contenido de la misma viendo desde ya los problemas que habían en Galacia.
"4 el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, 5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén. 6 Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. 7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema." Gálatas 1:4-9
El apóstol Pablo, en sus cartas, luego de la salutación solía escribir un mensaje de gratitud o una oración de agradecimiento. Sin embargo, en Gálatas va derecho al grano. Desde estos primeros versículos vemos la exhortación por parte del autor. Esto nos deja ver, no sólo el grado de urgencia, sino también el grado de importancia. De momento vamos a dejar los versículos 4 y 5 para después y vamos a comenzar por el versículo 6 donde vemos el asombro de Pablo. Él había estado en Galacia hace menos de un año atrás predicando el Evangelio. En ese corto período vemos, según el versículo 7, que hubieron personas que se adentraron en la iglesia predicando otras cosas de lo que él les había enseñado.
Según vemos en el resto de la carta, podemos darnos cuenta que esto que predicaban era un movimiento judaizante queriendo agregar la ley a la justificación sólo por la fe ¿Es tan grave esto? Bueno, veamos el resto de los versículos de hoy. Primero el versículo 6 dice que este mensaje diferente al que les había predicado Pablo los aleja del Padre que nos llamó por gracia ¿Por qué nos alejaría? Porque si sumamos la ley, entonces ya no sería por gracia, sería porque algo hicimos como para ser merecedores de esa salvación. Es importante tener el concepto correcto sobre de quién nos aleja el pensar de esa forma. Pablo no está hablando que los aleja de sí mismo, no fue él quien los llamó, sino que es el Padre por medio del Espíritu Santo por la obra redentora de Cristo. Esto es lo que se define como el llamado eficaz. Es Dios mismo el que nos llama por gracia. Al sumarle la ley estaríamos haciendo a ese llamado insuficiente.
En los versículos 7 y 8 vemos más de la gravedad del asunto y es que este mensaje el cuál es distinto al que predicaron Cristo y los apóstoles no es el Evangelio. El Evangelio es uno solo y cualquier cosa que se le sume o se le reste es una perversión del mismo ¿Y qué dice el Evangelio? Ahora es cuando volvemos a los versículos 4 y 5. Es raro que Pablo incluyese en la salutación esta breve presentación del Evangelio, pero era necesario para tenerla como base para todo lo que va a ir desarrollando a continuación. Aquí vemos una presentación de Cristo mismo. Él es quien nos liberó de nuestros pecados según la voluntad de Dios y para Su gloria. Así que sí, fue la voluntad de Dios que Jesús muriese en la cruz por nosotros ya que era de esta forma en la que Él se iba a glorificar por siempre en la salvación que Él solo da. En este breve resumen del Evangelio no vemos lugar a obras, no vemos lugar a la ley, es simplemente Cristo, y es que eso es el Evangelio.
Por último, el autor es bien claro: no hay nadie, absolutamente nadie (por eso exagera usando el ejemplo de un ángel), que presente el Evangelio de otra forma en la que no sea Cristo el centro y no lo esté pervirtiendo. Por eso es que llama a esas personas anatemas, en otras palabras, malditos. Porque están pervirtiendo el Evangelio. Lo están haciendo algo que no es. Sumar o restar cosas al mensaje principal de Cristo es no predicar el Evangelio puro, es alterarlo, y ese no es el mensaje que nos lleva a confiar exclusivamente en Cristo, no es el mensaje que nos hace admirarnos de Su gracia, sino que nos aleja de la misma.
Como dije en la introducción de la carta hoy en día hay todo un movimiento judaizante peligroso. Pero ellos no son los únicos que pervierten el Evangelio. Hay comentarios que hablan sobre cómo los mormones han sido un ejemplo de esto ya que ellos, por supuestamente un ángel, han cambiado su pensamiento. Otros apuntan contra el evangelio de la prosperidad, ya que en sí no es el Evangelio puro, es diferente y por lo tanto una perversión. Y sí, tienen razón, pero estas formas más evidentes no son las únicas. Cualquier mensaje que nos desvía de la gracia y nos hace ver las obras, o no ver ni siquiera la gracia (o sea que le suma o le resta cosas), es un evangelio pervertido. Y esto no es sólo para el mensaje que se predica a los inconversos (los gálatas no lo eran), sino también para nosotros. Cualquier mensaje que te haga focalizarte en tus obras para tu vida cristiana en lugar de en la gracia, no es el Evangelio.
Recuerda que el Evangelio no es simplemente lo que debemos escuchar en un primer momento para convertirnos, sino que es lo que necesitamos recordar en cada momento de nuestras vidas ¿Qué significa esto? Que en cada momento necesitamos del mensaje de la gracia. La gracia siempre debe estar allí como el motor de todo. En el momento que le sumamos obras ya estamos pervirtiendo el Evangelio que nos predicamos en nuestro día a día. Y con esto no me voy al extremo del liberalismo en lo absoluto, ya que la gracia llevará a una vida maravillados por el Evangelio, lo cuál resultará en una vida a la luz de eso. Lo que estoy hablando es en el foco en el cual hacemos hincapié. Si nos estamos predicando el Evangelio todos los días, entonces el foco no estará en nuestras obras, sino en Cristo. Él es el Evangelio. La vida de los judaizantes parecería más piadosa, pero eso no sirve de absolutamente nada si Cristo no lo es todo y en todos. Esto también aplica al resto de evangelios pervertidos que nos podemos llegar a predicar en nuestro día a día. Él es nuestro mensaje, Él es lo que necesitamos día tras día, cualquiera que deje de predicarle a Él y predique algo centrado en nosotros sea anatema.
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