Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento la Biblia está llena de verbos imperativos que expresan un mandato. La pregunta que surge es ¿hay alguna diferencia dependiendo de en qué Testamento estén?
"36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas." Mateo 22:36-40
En el Nuevo Testamento hay un montón de imperativos, mandatos que nos expresan la voluntad de Dios sobre cómo quiere que vivamos en este mundo. Pero hablando del Antiguo Testamento, ¿Acaso la Ley no expresa lo mismo, cómo Dios quería que Israel viviese en ese tiempo? Sin dudas, allí Jehová les dice cómo quiere que se conduzcan. El problema es que vemos en Gálatas 3 y 4 un propósito mayor de la Ley. Si leyeron alguna vez estos capítulos, sobre todo el final del 3 y el principio del 4, sabrán que el propósito de la Ley es guiarnos a Cristo. La Ley es imposible de cumplir, y de hecho la Ley misma contempla eso ¿Por qué se creen sino que tenemos tantos capítulos hablando sobre sacrificios y expiación? Una gran parte del pentateuco está destinada a qué hacer cuando se fallaba a la Ley porque Dios mismo sabía que nadie la iba a poder cumplir. Sólo hubo una persona en toda la historia que la pudo cumplir: Jesucristo.
Si bien el pueblo de Israel buscaba cumplir con la Ley, porque querían vivir como Dios les mandaba, fallaban una y otra vez. Allí es cuando le agradecían a Dios porque tenían todos los sacrificios que ocultaban el pecado. Jehová les pedía cosas imposibles para ellos y eso ¿a qué los llevaba? De vuelta a Jehová rogando misericordia por medio de los sacrificios. Dios pedía vivir de una forma imposible pero Él mismo proveía la solución ante el incumplimiento. Sin embargo, ahora tenemos un sacrificio perfecto, que fue el de Cristo en la cruz (Hebreos 10:12), y de eso es de lo que habla Gálatas 3 y 4. Al ver que no podemos cumplir la Ley, que no podemos vivir como Dios nos demanda para estar con Él, vamos al sacrificio perfecto (Cristo) que ya no solo oculta, sino que quita nuestro pecado. Todos esos imperativos del Antiguo Testamento, de la Ley, eran y son imposibles de cumplir, pero Dios contempló eso y nos proveyó la solución: Cristo.
Ahora, eso era en el Antiguo Testamento, ¿Qué pasa ahora?¿Qué pasa en el Nuevo Testamento y sus imperativos para los hijos de Dios? Primero, antes de contestar esto, dejame hacerte una pregunta: Moisés ¿era salvo? Parece media rara la pregunta, ¿no? Obviamente la respuesta es sí, estamos hablando de la persona que pasaba tiempo hablando personalmente con Dios, que le brillaba el rostro. Ahora les pregunto otra cosa ¿Moisés podía cumplir la Ley?¿No?¿Pero si era salvo? El ser salvo no te hace ser ahora capaz de obedecer la Ley. Moisés, al igual que todo el resto de Israel y nosotros, era incapaz de cumplir la Ley, por más salvo que fuese y por más increíble comunión que tuviese con Jehová. Y al igual que todos, él acudía a los sacrificios todo el tiempo por causa de su pecado. Si bien el sacrificio de Cristo fue hecho una vez y para siempre, cuando pecamos, cuando infringimos la Ley, debemos volver a acudir al sacrificio. Esto no significa hacerlo de vuelta, ya fue hecho, pero sí recordar lo que Él hizo, recordar esa gracia que nos dio.
Teniendo en mente que ni aún siendo salvos podemos cumplir los imperativos del Antiguo Testamento y que ellos están principalmente para guiarnos a Cristo, adentrémonos en los imperativos del Nuevo ¿Hay alguna diferencia? Bueno, para eso es que leímos el pasaje de Mateo 22:36-40 al principio. Aquí Jesús recuerda dos mandamientos de la Ley. El primero está en Deuteronomio 6:5 y el segundo en Levítico 19:18. Luego afirma que toda la Ley y los profetas, básicamente todo el Antiguo Testamento, se basan en ellos. Todos los mandamientos, los imperativos, se pueden resumir en esos dos, porque si uno cumple con esos dos va a cumplir los otros. Y ahora, en el Nuevo Testamento, pasa exactamente lo mismo, todos los imperativos se resumen en esos dos mandamientos. De hecho el apóstol Juan, a lo largo de prácticamente toda su primera carta habla justamente de estos dos mandamientos como base de toda nuestra vida cristiana. También Pablo se la pasa diciendo "amaos unos a otros" (el segundo mandamiento) como motor para el resto de imperativos.
Todos los imperativos del Nuevo Testamento se pueden resumir en amar a Dios por sobre todo y al otro como a uno mismo. Si cumplimos con estas dos cosas es que vamos a cumplir con el resto, pero si no cumplimos con algún imperativo, es porque no estamos cumpliendo con alguno de esos dos mandamientos. Si prestaron atención entonces llegarán a la misma conclusión, y es que los imperativos del Nuevo Testamento tienen su base en la Ley también. Si todos los imperativos del Nuevo Testamento también se pueden resumir en esos dos mandamientos que dijo Jesús que son parte de la Ley del Antiguo Testamento, lo cual está más que claro que es así, Juan lo afirma en toda su carta, entonces, esos nuevos imperativos tampoco los podemos cumplir ¿Por qué? Porque están basados en dos mandamientos que son imposibles de cumplir. Si cumpliésemos con esos dos mandamientos, entonces cumpliríamos con cada uno del resto de los imperativos y directamente no pecaríamos. Pero no podemos obedecerlos, son parte de la Ley y es imposible obedecer a la misma. Y no, como siempre digo, obedecer por momentos u obedecer "a nuestra forma imperfecta" es no obedecer. Si obedecer la Ley a nuestra forma imperfecta es lo mismo que no obedecer para la salvación (lo cual estamos todos de acuerdo, nadie es salvo por cumplir por partes la Ley), entonces es no obedecer para todo lo demás, no podemos cambiar la definición bíblica de obediencia, no hay estándar distintos, el estándar siempre es la obediencia de Cristo.
La pregunta que surge de todo esto es la siguiente: Si no puedo obedecer lo que dice el Nuevo Testamento ¿para qué está? Los imperativos del Nuevo Testamento tienen el mismo fin que los del Antiguo, no hay distinción porque uno se basa en el otro. Tanto para el inconverso como para el creyente, los imperativos tienen un fin: guiarnos a Cristo. En el Antiguo Testamento los imperativos mostraban cómo Jehová quería que ellos viviesen, pero al no poder acudían una y otra vez a hacer los sacrificios para que la ira de Dios no caiga sobre ellos. En el Nuevo Testamento pasa lo mismo, nos muestran cómo Dios quiere que vivamos hoy en día (ya no en tiempos de Israel), pero seguimos sin poder, porque ni aún el creyente, como le pasaba a Moisés, puede cumplir con lo que Dios demanda, y eso es justamente lo que nos lleva todo el tiempo de vuelta al sacrificio perfecto que ya fue hecho: Cristo.
Obviamente que si amamos a Dios al ver tremendo sacrificio que hizo por pecadores como nosotros en la cruz, si queremos agradar a la persona que más nos ama en el universo, entonces vamos a querer vivir acorde a esa voluntad revelada por medio de los imperativos. Y es eso lo que Dios va a utilizar para llevarnos todo el tiempo a depender de Él, porque jamás vamos a poder. La Ley nunca salvó a nadie (Gálatas 2:16) porque no está para eso, es imposible. De vuelta el caso de Moisés, él primero fue salvo por medio de la fe (como todos los salvos a lo largo de la historia), luego al ver lo que Dios hizo por él y su pueblo (sacarlos de Egipto, que es la sombra de la salvación del Antiguo Testamento) quiso vivir como Jehová les pedía y al no poder acudía a los sacrificios. Esa es la historia de cada creyente a lo largo de la humanidad.
Los imperativos no están hechos para que los obedezcas porque jamás vas a poder, al menos no al 100%, y el estándar de Cristo es el 100%, si no es así no es obediencia y punto. Sé que suena muy fuerte, pero seguí leyendo. Como lo vimos hoy, los imperativos, según la misma Palabra, están hechos para que falles al intentar cumplirlos, que si amamos a Dios en respuesta a Su Evangelio vamos a querer e intentar cumplirlos porque es como Él quiere que vivamos. Y es ese fallo el que nos llevará al sacrificio perfecto, a Cristo, todos los días, lo cual hará que le amemos más y más queramos intentar vivir acorde a Su voluntad revelada en la Palabra, y de vuelta el ciclo porque vamos a continuar fallando en esta vida. A esto era a lo que Pablo respondía en Romanos 6:1 diciendo que en ninguna manera perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde. Jamás viviríamos fallando a propósito para ir a Cristo, porque si vamos a Cristo no vamos a querer pecar, aunque lo vayamos a hacer.
Los imperativos, la Ley, mismo para el creyente, están hechos para que intentemos obedecerlos pero fallemos al hacerlo y eso nos lleve de vuelta a Cristo, a depender de Él. Aquí es donde se ve la distinción, si bien no están hechos para obedecerlos, sí para intentarlo. El hecho de que no puedas obedecerlo jamás te debe llevar a dejar de intentar, porque el intentarlo es lo que te llevará, eventualmente, a la dependencia en tu Salvador. No hay diferencia entre los imperativos del Antiguo y del Nuevo Testamento, ambos están hechos para guiarnos a Cristo una y otra vez. Y gracias a Dios porque así como nos da mandatos imposibles de obedecer, nos proveyó también el más perfecto sacrificio para no caer en la desesperación al fallar cumplirlos. Sólo cuando entendemos esto, nuestra respuesta ante nuestro pecado y al pecado de otros ya no va a ser la de juzgar (a nosotros mismos o al resto), sino la de direccionar nuestra mirada a Cristo y a Su gracia, lo cual es el objetivo de cada imperativo en Su Palabra. Todo siempre vuelve a Él, el objetivo, el centro de la Palabra y de los imperativos sigue siendo Él, no nosotros.
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