Continuamos con nuestra serie sobre la epístola dirigida hacia Tito. Hoy terminamos con el capítulo 2 donde Pablo desarrollará un poco más de lo que venía hablando sobre la sana doctrina en la vida del cristiano.
"11 Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, 12 enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, 13 aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, 14 quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. 15 Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie." Tito 2:11-15
En el blog anterior vimos cómo la sana doctrina no es sólo la teología correcta, sino que es esa doctrina impactando en la vida del creyente. Vimos también que no es que Pablo describía simplemente una vida moral, sino que esa vida es el resultado del impacto del Evangelio en nuestras vidas. Bueno, en el pasaje de hoy el apóstol continuará desarrollando eso mismo. Habíamos quedado en el versículo 10 que dice "no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.". Nuestro pasaje de hoy comienza con una palabra clave para entender todo lo que Pablo dirá a continuación: "Porque". Esta palabra nos indica una respuesta, pero ¿a qué pregunta? A una que sale del versículo 10: ¿Por qué debemos mostrarnos fieles para adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador? La respuesta a esta pregunta es nuestro pasaje de hoy.
El versículo 11 es un resumen de esta respuesta. ¿Por qué vivimos una vida piadosa? No porque debemos, sino porque Dios nos mostró Su gracia. El hecho de que somos pecadores, que nos merecemos la condenación estando separados de nuestro Creador para toda la eternidad pero que a pesar de eso Dios nos amó tanto que nos reconcilió con Él entregándose a sí mismo en la cruz para hacerlo es la razón por la cual el cristiano ahora vive de esta forma (versículo 14). En el pasaje anterior ya habíamos visto algo de esto, pero aquí Pablo lo seguirá desarrollando para que quede bien claro. Tu vida moral no es un deber que Dios te pone, sino que es la consecuencia de la gracia que Él te mostró. Es como resultado del Evangelio que es proclamado a todos los hombres (de eso habla el versículo 11, no de salvación universal) que mi vida será transformada, que la gracia impactará en mi vida haciendo que quiera vivir agradando a Dios porque Él murió por mí para reconciliarme con Él mismo.
De hecho, todo esto lo vemos aún más claro en los versículos 12 y 13. Es por medio de la gracia que Dios nos mostró que Él nos enseña cómo vivir. Y nótese que hay muchos paralelismos en la vida que describe el versículo 12 con la vida que describe el principio del capítulo, mostrándonos que sigue hablando de lo mismo. Es sólo admirando la cruz que entonces renunciaremos a las cosas de la impiedad. No es que por elección y disposición mía voy a poder renunciar a las cosas del mundo, porque además las cosas del mundo le gustan a nuestra carne. Sino que es por medio de la enseñanza de la gracia, por medio de poner, como siempre dice John Piper, como tesoro algo mayor que todas esas cosas: a Cristo mismo. La verdadera gracia no te enseña a vivir en pecado "total hay libertad". La verdadera gracia te enseña a vivir una vida impactada por el Evangelio, y nos enseña también a esperar confiados y queriendo agradar a nuestro Dios mientras esperamos que Él vuelva (versículo 13).
Así como la gracia nos salvó en un primer momento es cómo nos enseña a vivir expectantes de que nuestro Dios y Salvador vuelva en cualquier instante. Nuestro Señor puede volver en cualquier momento, y al ver lo que Él hizo por nosotros queremos que cuando vuelva nos encuentre viviendo de la forma en que Él quiere. Pero eso no porque debamos hacerlo, sino porque vemos Su amor y eso nos genera tal amor que lo que más queremos hacer es agradarle. A esto también es a lo que se refiere el versículo 14. Él nos salvó, nos quitó nuestro pecado y nos hizo aceptos ante el Padre (esto es lo que significa que nos redimió de nuestra iniquidad), y al hacerlo nos hizo un pueblo declarado santo. Ahora nosotros, como ese pueblo admirado de Su obra, somos celosos de buenas obras. Y esto es muy importante, porque no nos habla de que nos es mandado a hacer buenas obras, sino que dice que somos "celoso de buenas obras". Haciendo referencia a que es algo que nosotros ansiamos, lo queremos con todo nuestro ser ¿Por qué? Versículo 11, porque Él nos mostró su gracia y eso nos impacta y transforma.
Esto es lo que Pablo llama a hacer a Tito. No a exhortar a que vivan una vida moral, sino a que ese Evangelio que dicen creer realmente impacte en sus vidas. Lo cual era, como ya vimos, algo que no pasaba en Creta. La indicación final del apóstol a su discípulo es para que todo esto sea lo que exhorte a hacer, pero que lo haga con autoridad, sin que nadie lo menosprecie. Y cuando dice esto uno se imagina quizás una exhortación gritando como si estuviera enojado, firme, pero nada más lejos de la realidad. El centro de todo esto es el Evangelio, la gracia, Cristo mismo, y mostrar esto con autoridad significa mostrarnos nosotros enamorados del mismo, con pasión. Muchas veces escucho pastores que hablan del Evangelio con un tono que directamente te duerme y eso no te transmite esa pasión por Cristo, ese impacto de la gracia en la vida de uno. Tito es llamado a predicar el Evangelio de una forma en la que se vea lo enamorado que está de Dios y lo mucho que quiere agradar al Señor con su vida.
En conclusión, toda nuestra vida cristiana se puede resumir en las primeras 3 palabras de este pasaje: "Porque la gracia" ¿Por qué renuncio a la impiedad? Porque Cristo renunció a sí mismo por mí ¿Por qué renuncio a los deseos mundanos? Porque Dios me amó tanto que ahora yo le amo más que a cualquier cosa ¿Por qué vivo de una forma sobria, justa y piadosamente? Porque Dios me mostró Su gracia a mí, el más vil de los pecadores. John MacArthur habla de que este pasaje es el corazón de la carta a Tito, y coincido plenamente, porque es aquí donde vemos de forma bien explícita la razón por la cual hacemos todo: El Evangelio. La gracia no es algo que nos deja vivir de la manera en que vive el mundo (como hacían muchos cretenses). Sino que la gracia nos enseña a vivir de una forma en total impacto a la obra de nuestro Salvador. No una vida moral, sino una vida transformada e impactada por el Evangelio.
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