Evangelizar es compartir la noticia de que Dios se hizo hombre y nos reconcilió con Él muriendo en nuestro lugar. Pero hoy en día muchas cosas se omiten o se hace énfasis en las equivocadas. Por eso hoy hablaremos sobre nuestra forma de evangelizar.
"18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él." 2° Corintios 5:18-21
Primero que nada, hablemos de por qué evangelizamos. Muchos ante esto responderán "Es parte de la gran comisión, tenemos que hacerlo". Sin embargo, si lo hacemos con esa motivación, van a haber veces en las que no vamos a tener ganas y lo haremos, justamente, de mala gana. Si bien no es lo mismo que describe Pablo en Filipenses 1 (haciéndolo por contienda), el sentimiento es parecido. Hay una motivación más fuerte al "tengo que hacerlo", y es que el Evangelio nos cautiva tanto, nos enamora tanto de nuestro Salvador, que queremos compartirlo con todos los que no lo tienen. Y de hecho, ya en varios blogs (como el de "cómo obedecer") hemos hablado de que la Biblia nos motiva a obedecer no por deber, sino por amor. Por lo que en realidad, la gran comisión también fue hecha para obedecerla por amor, por lo que nos cautiva nuestro Señor, no por tener que hacerlo.
Una vez establecido que el evangelismo lo hacemos por amor, ahora sí veamos cómo es que lo estamos haciendo. Dijimos que el Evangelio nos cautiva de tal forma que no lo podemos contener y lo queremos compartir a todo el mundo. Es justamente ese amor que nos lleva a hacerlo el que debemos compartir. Y esta última frase puede ser un poco mediática, ya que en la actualidad, para muchas personas, su "evangelio" es simplemente "Dios es amor", omitiendo así prácticamente todo el mensaje del verdadero Evangelio. Sin embargo, también tenemos el otro extremo, donde nos concentramos principalmente en dejarle bien en claro a la persona que se quemará en el infierno para toda la eternidad. De la forma de "Dios es amor" no voy a hablar tanto porque es bastante evidente de por qué no está bien. No menciona a la cruz. Si lo hace, no menciona la razón para la misma (nuestro pecado). Básicamente no confronta a las personas. Les muestra solamente un atributo de Dios reflejado en el Evangelio, cuando en realidad en el mismo se manifiestan todos. Así dejan de lado la Santidad de Dios, Su Omnipotencia, Su Omnisciencia, hasta Su Misericordia. Presentar un evangelio de "Dios es amor", no solo es presentar el mensaje incompleto, sino también a un Dios incompleto, haciendo así que las personas no le conozcan realmente.
Ahora, hablemos del otro extremo al que tendemos los reformados: darle tanto énfasis al infierno. Empecé hablando de la motivación para evangelizar y eso no fue coincidencia, ya que al evangelizar por amor debemos pensar justamente en qué es lo que queremos transmitir ¿Queremos transmitir un pasaje de escapada del infierno?¿O queremos mostrar a Dios mismo? Cuando escuchamos tanto del evangelismo de "Dios es amor", una de las justificaciones que damos para sí mencionar el infierno es que Jesús habló más del infierno que del cielo. Sin embargo, ¿para qué vino Cristo además de para buscar y salvar lo que se había perdido? ¡Para revelarnos, mostrarnos, al Padre! Y esa debe ser nuestra intención al compartir el Evangelio, que las personas no "acepten a Cristo" por querer librarse del infierno. Sino mostrarles de tal manera a Dios que se enamoren de Él. Recuerden que nosotros le amamos porque Él nos amó primero (1° Juan 4:19) y es justamente ese amor el que les debemos mostrar. Obviamente teniendo en cuenta la Soberanía de Dios y que no es nuestro mensaje el que lo convierte, sino que es la obra de Dios, pero igualmente debemos ser prudentes al presentarlo.
El problema es justamente cómo mostramos ese amor, y ahí está la principal diferencia con las iglesias más liberales que no hablan del pecado. Al principio leímos el pasaje de 2° Corintios 5:18-21 que hablaba sobre el ministerio de reconciliación. Esto no significa que nosotros podamos reconciliar a los hombres con Dios, sino que debemos compartir de la reconciliación que Cristo hizo (versículos 19 y 20). Y aquí es donde entra la obra de Jesús. Si vemos el versículo 21 podemos observar lo que se denomina la doble imputación. A Jesús se le imputó nuestro pecado (el cual es la causa de nuestra separación con Dios) y a nosotros se nos imputó la justicia de Cristo (pudiendo ahora tener comunión con el Padre). Aquí es donde se muestra el verdadero amor, mostrando lo pecadores que somos, pero cómo a pesar de eso Él intercambió los lugares. Mismo si vemos al apóstol Pablo en Romanos 3:23 no habla directamente del infierno y la condenación, sino que habla de lo que realmente es grave: no tenemos comunión con Dios por nuestro pecado. O en Romanos 6:23 cuando habla de que la paga del pecado es muerte. Esa muerte no habla de una muerte física, sino espiritual. Y la muerte espiritual no es quemarse para toda la eternidad en el infierno, sino que es la separación (esto es lo que significa muerte en el original) con nuestro Dios. El infierno justamente será la consecuencia de estar separados para toda la eternidad de nuestro Señor.
Con este blog no quiero decir que sea mala palabra mencionar al infierno cuando evangelizamos, pero sí tengamos cuidado del énfasis que le damos, no vaya a ser que la persona sólo quiera escapar del infierno y comience a vivir una vida de iglesia siendo engañada, no queriendo en realidad a Cristo, sino simplemente lo que Él ofrece ¿Les suena esto? Si, es exactamente lo mismo que hacen los que predican "Dios es amor". Termina siendo lo mismo, ninguno busca a Dios, solo sus beneficios. Es por esto que debemos realmente abrazar el ministerio de reconciliación y mostrar lo hermoso de nuestro Salvador por medio del Evangelio. Debemos entender que la mala noticia que precede a la buena de que Cristo vino no es el infierno, sino que la peor noticia es que por nuestro pecado estamos separados de la Persona que más nos ama, que nos creó, que dejó todo por nosotros: Dios mismo. Si bien Dios es el que salva y quien convence de pecado y les deja ver Su amor a las personas, seamos prudentes con nuestro mensaje, con cómo evangelizamos. Tengamos un equilibrio donde realmente podamos mostrarles lo hermoso de Cristo.
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