Continuamos con nuestro estudio sobre la carta hacia los Colosenses y hoy veremos el testimonio de los hermanos de Colosas que había llegado hasta Pablo y cómo él oraba por ellos para que esto continúe.
"3 Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, 4 habiendo oído de vuestra fe en Cristo Jesús, y del amor que tenéis a todos los santos, 5 a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, 6 que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad, 7 como lo habéis aprendido de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, 8 quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu. 9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; 12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados." Colosenses 1:3-14
Desde el versículo 3 vemos el corazón de Pablo por estos hermanos que ni siquiera conocía pero de los cuales había escuchado bastante por parte de Epafras (versículo 8). El apóstol agradece al Señor por ellos y específicamente marca dos aspectos: la fe y el amor. Ambos se ve que eran características destacables de los hermanos en Colosas, y Pablo agradece por ellos. Esto cobra aún más sentido cuando entendemos que tanto la fe como el amor son dados por Dios (Efesios 2:9 y 1º Juan 4:19), y es justamente por eso que le agradece al Señor. Ahora, si bien Dios los provee, hay algo que Él utiliza de nosotros para dárnoslo, y esto lo vemos en el versículo 5. Tanto la fe y el amor surgen de la esperanza, y si vemos el resto del pasaje podremos observar que esta esperanza es el Evangelio mismo, el aspecto futuro del mismo, y que según el versículo 6 había llegado bien a ellos por medio de Epafras (versículo 7).
Llegando al versículo 6 es cuando comienzan los retos de interpretación del pasaje de hoy. Cuando habla de que el Evangelio había llegado a todo el mundo no significa que Pablo esté hablando de salvación universal, y sin irnos a ese extremo, tampoco está hablando del punto de vista arminiano. Lo que se está hablando aquí es del alcance del Evangelio, el cual ya, gracias al trabajo de los apóstoles, había llegado a gran parte de Asia, Europa, y África (todo lo que en ese entonces se conocía del mundo). Pero que haya llegado a todo el mundo no significa que todos los que lo escucharon hayan sido salvos. El mayor ejemplo de esto será la segunda venida. En ese momento todos verán a Cristo, pero aún así no todos serán salvos, sino solo a los que el Señor les dio esa gracia.
Continuando con este versículo 6, habla de que el Evangelio lleva fruto y crece dentro del creyente. Muchos por este versículo piensan que la persona que se convierte es el fruto, pero eso no iría muy bien con la ilustración de un árbol que está usando Pablo aquí. Si el Evangelio crece dentro de la persona desde el momento que lo oímos (versículo 7), entonces el Evangelio dentro de una persona no es el fruto, sino más bien la semilla. Entonces ¿a qué se refiere Pablo con fruto? Bueno, pongamos este pensamiento en pausa y continuemos con el pasaje que él mismo nos dirá la respuesta.
El versículo 9 nos comenzará a mostrar el pedido que hacía el apóstol por los colosenses. Pablo pedía para que los Colosenses tengan cada vez un mayor conocimiento de la voluntad de Dios con el objetivo de andar como Dios quiere que andemos. Aquí hay un par de puntos para remarcar. Primero que el buscar la voluntad de Dios no es como muchos piensan que la misma tiene que ver con las decisiones que tomamos en el camino de nuestra vida como a qué universidad ir o con quien casarme. La voluntad de Dios se refiere a cómo Él quiere que nos movamos en esta vida, a cómo Él quiere que actuemos. Otra cosa a considerar es para qué ora Pablo. Él no ora para que los colosenses actúen de tal forma, sino para que sean más llenos del conocimiento de la voluntad de Dios ¿Qué nos dice esto? Que el obrar del cristiano como el Señor quiere que vivamos, surgirá principalmente de conocerle a Él. Primero viene uno y después el otro. Nunca vamos a poder obrar como Él quiere si no sabemos cómo es ese obrar que le agrada.
Ahora si, en el versículo 10 es que nos volvemos a encontrar con el fruto. Ya dijimos que el fruto no podía ser un alma ganada, ya que el alma ganada está involucrada con la semilla que es el Evangelio. Muchos creen que entonces el fruto son las obras del creyente, pero eso no es lo que vemos aquí, ya que Pablo hace una diferenciación entre fruto y obra ¿A qué se puede referir entonces con fruto? Bueno, a lo mismo que Pablo se refiere en Gálatas 5 como los frutos del Espíritu. Pensemos en la ilustración del árbol. La semilla se planta (el Evangelio), comienza a crecer (producto de Dios obrando a través de Su Evangelio en la vida del creyente, 1º Corintios 3:6) y luego es entonces que este árbol da fruto. Si volvemos al versículo 6 veremos que ese es el proceso que Pablo describe pero a la inversa. Es entre más el Evangelio se afianza en nosotros y más Dios nos hace crecer, que más se mostrarán los frutos del Espíritu en nosotros. Y justamente, continuando con el versículo 10, el fruto del Espíritu se ve exteriorizado en el creyente a través de buenas obras, por lo que estas obras llevan, muestran al mundo, los frutos del Espíritu en el corazón de una persona. Esta ilustración del árbol refleja perfectamente la reproducción del Evangelio en las personas: La semilla es plantada, crece por el cuidado del que la sembró (Cristo mismo), el árbol da fruto producto de ese crecimiento, y cuando el fruto se cae del árbol, se exterioriza, el sembrador lo planta en una nueva tierra produciendo un nuevo árbol. Esta última parte la podemos traducir de la siguiente forma: El fruto del Espíritu crea buenas obras (de las cuales una puede ser el Evangelismo), y como resultado de ese testimonio, de esa exteriorización, de esa muestra del fruto (que ya vimos que los colosenses tenían), Dios planta la semilla que salió del fruto, de ese testimonio, y salva a otra persona, habiendo utilizado así la vida del primer creyente.
Finalizando con el pasaje de hoy, vemos en los versículos 11-14 la preeminencia de Cristo en todo este proceso. A su vez estos versículos son parte de la oración de Pablo, por lo que el apóstol le está rogando al Señor que todo este ejemplo que eran los colosenses, puedan continuar siéndolo en el poder de Cristo. En el versículo 11 vemos cómo es gracias al poder de Dios que podemos hacer absolutamente todo y que aún el ejemplo de los Colosenses es según Él. Y vemos en el versículo 12 que no sólo Él nos sostiene, sino que nos hizo aptos para eso. Si no hubiese sido por la obra regeneradora de Cristo (versículos 13 y 14) nunca hubiésemos podido, porque no éramos aptos para andar como a Él le agrada, y mismo hoy en día es gracias a Él que lo podemos hacer, ya que es en Su poder.
Por lo general me gusta terminar con una conclusión de lo que vimos hoy, y creo que lo mejor que podemos hacer es no sólo tomar el ejemplo de los colosenses, de cómo ellos se apoyaban en el Evangelio para serlo, sino también de Pablo ¿A qué me refiero con esto? A que los versículos 9-14 (la oración del apóstol por los hermanos) debería ser también nuestra oración tanto para nosotros como para nuestros hermanos. Si realmente quiere ser de ejemplo, ruega a Dios para que te llene más del conocimiento de Su voluntad y que gracias a eso y a Su poder puedas vivir de acuerdo a ella. A lo largo de esta carta veremos la preeminencia de Cristo en varios aspectos, ya que Él es el centro, no sólo de la carta, sino de todo. Por eso, tomemos del ejemplo que vemos aquí y veámoslo en el centro de nuestro día a día.
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