Gálatas 5, versículos 22 y 23 es quizás uno de los versículos más conocidos de la Biblia. Allí vemos los frutos del Espíritu en la vida del cristiano. Sin embargo, el final de estos versículos que dice "contra tales cosas no hay ley" muchas veces pasa desapercibido, por eso hoy analizaremos un poco más a qué se refiere esto.
"Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley." Gálatas 5:22-23
Para comenzar pongamos un poco de contexto de la carta. Pablo aquí les va a escribir a los gálatas ya que estaban siendo atacados y tentados por los judaizantes (personas que querían añadir al Evangelio la Ley judía). Ante esto el apóstol probará a lo largo de la carta que la justificación es solamente por fe, sin ningún agregado, y que la Ley judía estaba para en realidad mostrarnos el contraste entre un Dios Justo y Santo y el hombre, pecador (transgresor de la Ley) en su máxima expresión, y con esto guiarnos al único que puede salvarnos: Cristo. Como en la mayoría de las veces, Pablo hablará al principio de la carta de la teología y la parte, por así decirlo, teórica, y luego hablará de cómo eso afecta en el día a día del creyente. Llegando al pasaje de hoy, ya estamos dentro de la parte práctica, por eso, lo que veremos hoy, hay que interpretarlo de acuerdo al contexto y lo que el apóstol ya mencionó (lo cual hablamos de forma resumida antes).
En el capítulo 5 Pablo estará hablando de los frutos de vivir en la carne y los frutos de vivir en el Espíritu. Primero vemos en el versículo 21, que luego de describir las obras de la carne, el apóstol dice que les amonesta contra ella ¿Qué significa esto? Si los amonesta es porque claramente el cristiano puede caer en esas cosas, pero Pablo nos dice que la diferencia está en que las personas controladas por su carne, los que no tienen al Espíritu Santo en ellos, las practican, y esto, como vimos en el blog "Somos hijos de Dios" de 1° de Juan, no sólo es pecar repetidas veces, sino que es hacerlo como hábito, sin carga de conciencia, porque aman ese pecado. En contraste con esas obras, un cristiano tendrá los frutos del Espíritu también en su vida, y allí es cuando viene el pasaje de hoy.
Primero, antes de llegar al tema de hoy del todo, me parece bueno decir algunas consideraciones sobre los frutos del Espíritu. Primero, vemos que los frutos son más bien actitudes que obras, como muchos piensan, y es que en realidad lo que distingue al cristiano no son las obras que él hace, sino lo que hay detrás de las mismas, lo que hay en su corazón. Segundo, vemos que muchos de los frutos del Espíritu son también atributos de Dios, y estos entran dentro de los que se llaman atributos comunicables, es decir, aquellos que el Señor nos puede dar, obviamente no al mismo nivel suyo. Otro punto es que los frutos no son características constantes del creyente, ya que si así fuese estaríamos glorificados. La diferencia con el no creyente no es que el cristiano vive constantemente de esta forma, sino que el creyente sí puede manifestar estos frutos, cuando al inconverso le es imposible hacerlo, al menos no de la forma en que la Biblia expresa a los mismos. Y una última consideración rápida es algo que parece obvio pero muchas veces nos olvidamos: estos son frutos DEL ESPÍRITU, no son nuestros, no los producimos nosotros, no los podemos forzar (sino estaríamos pudiendo controlar al Espíritu mismo de Dios).
Con esto último que mencionamos es que llegamos a nuestra frase de hoy "contra tales cosas no hay ley". Si hacemos una lectura rápida podemos llegar a pensar que esto se refiere a que la ley no está en contra de los frutos del Espíritu, pero esto no tendría mucho sentido. Leamos lo que dice el comentario de Calvino al respecto:
"Algunos entienden que estas palabras significan simplemente que la ley no se dirige contra las buenas obras[...]. Pero el significado real de Pablo es más profundo y menos obvio; es decir, que donde reina el Espíritu, la ley ya no tiene dominio alguno. Moldeando nuestros corazones a su propia justicia, el Señor nos libra de la severidad de la ley, de modo que nuestra relación con él no está regulada por su pacto, ni nuestras conciencias sujetas a su sentencia de condenación. Sin embargo, la ley continúa enseñando y exhortando, y así realiza su propio oficio; pero nuestra sujeción a ella es retirada por el Espíritu de adopción. Así ridiculiza a los falsos apóstoles, quienes, mientras imponían la sujeción a la ley, no estaban menos ansiosos por liberarse de su yugo. Él nos dice que la única forma en que esto se logra es cuando el Espíritu de Dios obtiene el dominio, de lo cual llegamos a la conclusión de que no tenían la debida consideración por la justicia espiritual."
Antes de expresarlo con mis palabras y poder llegar a una conclusión me gustaría que podamos leer un comentario más al respecto que me parece que lo complemente muy bien. Esto es lo que dice William MacDonald en su comentario:
"Pablo finaliza esta lista con las crípticas palabras: Contra tales cosas no hay ley. ¡Claro que no! Estas virtudes son gratas a Dios, benéficas para otros y buenas para nosotros. Pero, ¿cómo se produce este fruto? ¿Por el esfuerzo humano? No, en absoluto. Es producido al vivir los cristianos en comunión con el Señor. Al contemplar al Salvador en amante devoción [...] el Espíritu Santo obra un maravilloso milagro. Los transforma a imagen de Cristo. Se transforman a semejanza de Él al contemplarlo (2° Corintios 3:18). Así como el pámpano deriva toda su vida y alimento de la vid, así el creyente en Cristo deriva su fuerza de la Vid Verdadera, y es así capaz de vivir una vida llena de fruto para Dios."
¿A qué se refieren Calvino y MacDonald entonces? A que justamente el vivir cristiano no es producido por algo que hagamos nosotros, por intentar cumplir la Ley. La vida cristiana no es producida por estar bajo el dominio de las buenas obras, sino bajo el dominio del Espíritu. Los frutos del Espíritu se verán manifestados en el creyente mientras más dependamos de Dios, más en comunión estemos con Él, no entre más buenas obras hagamos. Permítanme separar la vida cristiana en 3 etapas. La primer etapa es el obrar mismo de Dios, quien cambia nuestro corazón y lo van renovando. La segunda etapa es justamente los frutos del Espíritu como resultado de la anterior etapa. Y es a partir de que estos frutos son manifestados que producirán lo que es la tercer etapa: las obras. Contra los frutos del Espíritu no hay ley ni obrar que valga ya que jamás estas lo podrán producir.
Si hay algo que Pablo quiere dejar bien en claro en el libro de Gálatas es la inutilidad de la Ley en cuestiones de salvación, y si recordamos Romanos 8, la santificación es considerada por Dios parte del proceso de la salvación. Ya no estamos bajo la Ley, sino bajo la influencia de nuestra nueva relación con nuestro Dios cuyo Espíritu obra en nosotros. Para producir los frutos del Espíritu, y para producir después de eso buenas obras, no hay ley que valga, no hay obra que valga, porque las mismas son el desenlace, son las consecuencias, del obrar de Dios en nosotros que crea frutos y luego de eso se ve reflejado en las obras. Muchas veces queremos ir directamente a la tercer etapa y colaborar nosotros, pero no vemos que Dios es el que está produciendo en nosotros la santificación, eso lleva a que en la vida del cristiano hayan frutos de "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza", y eso finalmente llevará a que se vea reflejado en buenas obras. No nos saltemos pasos, porque no hay ley que valga. Concentrémonos en lo que realmente importa: Dios y nuestra relación con Él.
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