El Evangelio no es sólo el punto de partida, no sólo nos salva, sino que también es el que nos santifica y a la luz del cual debemos vivir. A veces es fácil decir esto pero no tenemos ni idea cómo hacerlo ni lo que significa. Por eso hoy trataremos de hacer el Evangelio lo más práctico posible.
Para empezar con esto primero debemos definir el Evangelio. Vamos a hacerlo lo más simple y corto que se pueda. El ser humano es un pecador, esclavo del pecado y al pecar vive separado de Dios, por lo que está muerto espiritualmente. Al estar en este estado, él no puede hacer nada para revivir, no puede hacer nada para borrar su pecado, no hay obra suficiente que lo reconcilie con Dios. Sin embargo, esto no termina allí, Dios mismo nos vio con compasión, se hizo hombre, vivió una vida sin pecado y murió, pagando así por el pecado que Él no tenía pero nosotros sí, Cristo fue nuestro sustituto quien nos revivió y nos libró. Al hacer esto el Todopoderoso se nos reveló y ahora (al arrepentirnos y creer en lo que Jesús hizo por Su gracia) estamos reconciliados con Él pudiendo conocerle ya que, si bien murió, también resucitó.
Claramente, como en el Evangelio Dios revela su carácter podríamos profundizar muchísimo más en cada aspecto, pero ese no es el fin de este blog. Entendemos el mensaje, lo creímos, pero ¿cómo es que se vive? Es un mensaje, una buena noticia, ¿se puede poner en práctica? Pues sí porque, como dijimos antes, el Evangelio no es sólo el punto de partida, no sólo nos salva, sino que también es nuestra vida cristiana, nos santifica.
Lo primero que se puede vivir del Evangelio es nuestro pasado. Déjeme explicarme. Nuestro estado antes de Cristo es algo que debe estar constantemente presente en nuestras vidas. No por sentirnos culpables, sino para recordar de dónde nos sacó Dios y lo inútiles que somos. Ni siquiera nos podemos salvar a nosotros mismos, dependemos totalmente del Señor, y esto es algo que debemos tener siempre en mente. Mientras más recordamos nuestro estado anterior, más podremos apreciar la gracia y vivir agradecidos por ella. Esto es a lo que se refiere Pablo cuando dice en 2° Timoteo 2:1 que nos esforcemos en la gracia. Recordar constantemente lo que Dios hizo por nosotros, cómo no merecíamos nada pero aún así Él vino para rescatarnos.
Y hablando de esto ¿cómo es que vivimos lo que Dios hizo por nosotros? Aquí es cuando ya nos tenemos que sumergir un poco más en el Evangelio. Dijimos que antes de Cristo nosotros éramos esclavos del pecado. Ahora Él no hizo libres, sin embargo, muchos se vuelven a hacer esclavos, no del pecado (sería imposible volver a serlo) pero sí de la ley. Y no necesariamente hablo de la ley judía, lo cual pasaba en Galacia y Pablo refutará en la carta a los gálatas. No, hablo de una ley nuestra, una ley bajo la cual nos ponemos basada en nuestras obras. Vemos la forma en la que Dios quiere que vivamos y nos imponemos hacer ciertas cosas. Vemos a este estilo de vida como una ley que Dios nos da. Nuestra vida pasa por un constante "no puedo hacer esto, y tengo que hacer lo otro".
Esa simplemente no es la vida cristiana. Dios nos hizo libres de la ley, la cual era la que demandaba el precio que Cristo pagó por nosotros. Pero ahora muchos se ponen bajo una ley del mismo estilo. El Nuevo Testamento nos habla de una forma en la que Dios quiere que vivamos, pero esta no es una nueva ley, sino que es la libertad en la que vive el creyente, es una gracia más que Dios nos da. La libertad que Dios nos da al creer en Él, es una libertad impactada por lo que dijimos antes: esa gracia que se nos mostró al estar muertos en nuestros delitos y pecados. Muchos piensan que cuando hablamos de libertad estamos hablando de que ahora podemos pecar sin problema, pero no, porque esa no es una libertad impactada por la gracia. Como dijimos antes, mientras más apreciamos la gracia, más agradecidos estaremos. Esto es lo que impacta en nuestras vidas de tal forma que nos santifica y ahora vamos viviendo de acuerdo a la forma en la que Dios quiere que lo hagamos.
¿Se entiende la diferencia? Vivir el Evangelio no es vivir haciendo buenas obras. Vivir el Evangelio es tener presente de tal forma la gracia que se nos mostró, y el resultado de eso serán las buenas obras. Si nuestra vida cristiana fuese simplemente hacer buenas obras, la santificación dependería de nosotros y el Evangelio sí sería simplemente el punto de partida. Pero no, el Evangelio es el que nos santifica, y esto lo hace impactando día a día en nuestra vida.
Hace unos años hablamos de que el ser humano nunca es verdaderamente libre, ya que o es esclavo del pecado, o es esclavo de Cristo. Pero hay una diferencia muy grande entre ser esclavo de Cristo y ser esclavo de la forma en la que Cristo quiere que vivamos. Ser esclavo de Cristo es estar admirado por Él y querer hacer lo que Él nos pide porque vimos lo que Él pagó por nosotros. La libertad cristiana y ser esclavos de Cristo, aunque parecen contradecirse, son la misma cosa. En ambas observamos la obra de Jesús por nosotros y tenemos una reacción de obras ante tanta gracia. Ser esclavos de la forma en la que Cristo quiere que vivamos es lo mismo que la ley. La ley del Antiguo Testamento era la forma en la que Dios quería que los israelitas viviesen, pero no podían hacerlo, necesitaban el Evangelio. La ley era un ayo para llevarlos a Cristo. Y la forma en la que Cristo nos muestra en el Nuevo Testamento que quiere que vivamos no es más que otra cosa que también nos conduce a Él, nos lleva a la gracia, a un estado de dependencia.
Para concluir respondamos directamente ahora sí a la pregunta sobre cómo vivimos el Evangelio. No es por buenas obras, sino que es por medio de tener constantemente presente la obra de Cristo de tal forma que impacte en nuestras vidas haciendo, ahora si, buenas obras. Lo que llamamos "la vida piadosa" no es resultado de ser intencionales en vivir de esa forma, sino que es el resultado en una persona que día tras día se deleita, se maravilla, se asombra, se enamora, contempla el Evangelio. No digo que la vida cristiana no tenga que ser una forma piadosa de vivir, pero no seas intencional en esa forma, en las obras. Sino que sé intencional en la gracia (esfuérzate en la gracia), tenla siempre presente, y es a raíz de esto que surgirá la vida piadosa. No es quedarse quieto a esperar que mágicamente vivamos como Dios quiere, sino que es una lucha constante por tener presente el sacrificio de Cristo, renovando nuestro entendimiento como dice Romanos 12. ¿Quieres vivir el Evangelio? Entonces que no haya un día en tu vida en el que no te acuerdes que eras un cadáver espiritual y Cristo te resucitó, que eras un esclavo del pecado y Cristo te hizo libre con Su sangre. Que el precio de nuestra libertad impacte de tal forma en nosotros que ahora vivamos de acuerdo a la gracia que se nos mostró. Esta es la forma de vivir el Evangelio, esta es nuestra vida cristiana, el sacrificio de Dios mismo impactando día tras día.
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