Una de las cosas que ha pervertido la iglesia moderna es la vida cristiana en sí. Al no preocuparse realmente por la vida espiritual de las personas, el liberalismo ha tomado lugar. Por contraposición a esto, se le ha dado mucho énfasis al hecho de que la vida cristiana no es vivir como uno quiere, en pecado. Analicemos un poco más este pensamiento.
Primero vayamos al origen de este decir. Como dijimos antes, esto surge por refutar la forma de vivir que tienen muchas personas de estas iglesias modernas. Durante muchos años estuve en una iglesia de este estilo, por lo que déjenme aclarar algunas cosas. Si uno confronta a los líderes de estas iglesias con cosas como por ejemplo que los jóvenes salen a fiestas del mundo (cosa que quizás es lo más común), o que durante la semana no hay diferencia entre ellos y las personas que no van a una iglesia, los líderes probablemente se muestren en contra de esta forma de vivir. Hoy en día es todo mucho más sutil. No apoyan directamente la forma mundana de vivir como lo hacían los gnósticos en el segundo siglo (que vimos en nuestra serie sobre 1° de Juan). Lo que pasa es que no se preocupan directamente por estas cosas. Ya no se confronta por miedo a ofender, por lo que no hay ninguna guía y así las personas que se dicen cristianas terminan viviendo como uno más del mundo, ah pero eso si, van a la iglesia los fines de semana. Al ser las predicaciones de autoayuda, de hacer sentir mejor a las personas, empoderarlas, y motivarlas para que sean exitosos (exitosos como empresarios), no se habla nunca de cómo Dios quiere que vivamos. Hacer esto, no sólo es no preocuparse por las personas, sino que es ser cómplice de su estilo de vida.
Ahora, vayamos un poco a la frase del título. Esta surge principalmente para refutar a esas personas que van a las iglesias, pero viven en constante pecado sin siquiera importarles. Al no ser verdaderos cristianos estas personas viven como quieren. Y ¿cómo es vivir como quieren? En pecado, porque siguen siendo pecadores, tienen una naturaleza depravada. Todo lo que Pablo explica en los primeros capítulos de la carta hacia los Romanos se aplica a ellos. Viven como quieren porque son esclavos del pecado, y es lo que desean.
Entonces, un inconverso vive como él quiere, en pecado. Pero ¿qué pasa con el creyente? Con esta frase solemos relacionar que si el creyente está viviendo en pecado, es porque está viviendo como quiere. Pero esto no es así. Dios, en la salvación, nos regenera, nos cambia nuestro corazón y nos da Su Espíritu (Ezequiel 36:26). Ahora, una vez regenerados, Él cambia nuestros afectos, produce en nosotros el querer como el hacer (Filipenses 2:13). Nuestra voluntad cambia, lo que queremos cambia. Esto no es otra cosa más que la gracia irresistible de la que tanto hablamos cuando mencionamos las doctrinas de la gracia.
Una persona que dice ser cristiana, pero la forma de vivir que desea es el pecado, entonces no ha pasado por este proceso de la regeneración. Cuando decimos que una persona que está yendo a la iglesia y dice ser cristiano, pero está viviendo en pecado, y esa realmente es la forma en la que quiere vivir, entonces simplemente Dios no ha llegado a su vida.
Ahora que entendemos esto si podemos responder a la pregunta de qué pasa con el cristiano. El verdadero creyente sí debería vivir como él quiere, pero entendamos esto en el contexto adecuado. El verdadero hijo de Dios tiene al Espíritu Santo, por lo que él va a querer vivir agradando a Dios. Entonces, el vivir como uno quiere debería estar alineado con lo que Dios quiere. Nuestros deseos, nuestros afectos, nuestro querer, se ven moldeados por Cristo mismo. Y uno debe ansiar vivir de esa forma.
Sería muy lindo que esto termine acá, pero lamentablemente todavía no estamos glorificados. Como hijos de Dios tenemos el deseo de vivir para Él, pero nuestra carne nos lo sigue impidiendo. Veamos esto en el apóstol Pablo. Romanos 7:15-24 dice:
"15 Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?"
Pablo quería agradar a Dios, pero su carne hacía que siga pecando. Cuando hablamos de que el cristianismo no es vivir como quieras, es esto, es una vida de lucha constante. Porque lo que queremos es agradar a Dios, pero nos damos cuenta que el pecado sigue en nosotros. Y esta es la diferencia con el inconverso, él vive como él quiere, en pecado. No hay un área gris de una persona que es cristiana genuina y la forma en la que quiere vivir es en pecado. Obviamente, siempre aclaramos que el cristiano se puede apartar por un tiempo, y que nuestra carne quiere el pecado. Pero aún en ese tiempo lejos del Señor, no va a estar viviendo como quiere, porque en el fondo sabrá que está mal, y eso no lo dejará ser libre. Esto es contristar al Espíritu. Lo que quiere realmente, si es un verdadero cristiano, no es vivir en pecado, sino agradar a Dios, y esto es lo que el Señor utilizará para traerlo de nuevo. Nuestro querer puede variar, nuestra carne se puede imponer, pero en el fondo, nuestro espíritu, lo que quiere es vivir acorde a lo que Dios quiere. Ese es el núcleo del cristiano
Ojalá pudiésemos vivir de la forma en la que desea vivir nuestro corazón regenerado, pero seguimos en la lucha. Si realmente vives como quieres, entonces vives en pecado y eso es lo que deseas. Pero si no vives como quieres, es porque te encuentras en la lucha contra el pecado, es porque anhelas vivir como lo haremos en la presencia del Señor, pero hasta que ese día llegue, nos toca vivir como no queremos, cayendo, rogando que el Señor nos libre de este cuerpo de muerte. No hay un punto gris. Si vives como quieres entonces Dios no cambió tu corazón, y si no vives como quieres, es porque ansías estar en la presencia del Señor. Un paréntesis antes de terminar es que obviamente vamos a tener momentos de victoria, y Dios nos hará crecer en el trayecto, pero hasta que no estemos glorificados, tristemente seguiremos pecando.
El cristianismo no pasa por las obras de uno, si fuese por obras en todo caso sería por una sola, la de Cristo. Nuestra vida cristiana, nuestro estilo de vida, pasa por lo que queremos. Lo que nuestro corazón anhela es lo que realmente nos diferencia, no sólo de los que se hacen llamar cristianos y no lo son, sino de todo el mundo. Lo que amamos, lo que queremos, es lo que afecta toda nuestra vida. Ojalá pudiésemos vivir como queremos, agradando a Dios, y es lo que debemos buscar por más de que no podamos. Justamente es porque Dios nos modificó nuestro corazón para que queramos vivir así, que esa búsqueda por algo que no alcanzaremos hasta que Él nos libere de este cuerpo no es una búsqueda tediosa, sino que la hacemos con gozo, porque es lo que nuestro corazón anhela. Pablo lo deja bien en claro en Romanos 7, el cristianismo no es vivir como queremos, sino una lucha por eso.
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