El concepto de ídolo es bastante amplio, no sólo se refiere a las estatuas que se adoran. En la actualidad se habla mucho de los pecados de un cristiano como un ídolo (con base en Colosenses 3:5). Y está buenísimo, pero en este blog no hablaremos de eso, sino de ídolos tan camuflados que no nos damos cuenta que tenemos los cristianos.
Empecemos por lo más básico de todo: ¿Qué es un ídolo? Si bien el original de la palabra hace referencia a una imagen, siendo idolatría la adoración de dicha imagen, Pablo nos deja ver en el versículo que mencionamos antes de Colosenses 3:5 que es más que eso. Aquí el apóstol menciona una lista de pecados y termina diciendo que los mismos son idolatría. Pero si un pecado no es una imagen, sino un acto en contra de la Ley de Dios, ¿qué concepto tiene Pablo de ídolo? Bueno, esto no es nada nuevo, es una definición muy recurrente que se da en teología en base a este enigma que dice que cada cosa que ponemos antes que a Dios es un ídolo.
Pensemos un poco. Hemos sido creados para adorar y dar gloria a Dios. En el momento en que dejamos una oportunidad para reflejar eso por otra cosa, esa cosa se hizo más importante que Dios mismo, por lo cual, la estamos amando más que a nuestro Señor. Quizás parece muy extremista, pero si amásemos más a Dios simplemente no haríamos esas cosas.
Aquí igualmente hay un problema, porque si esto sólo fuese idolatría, entonces seríamos todos 100% idólatras, porque si amásemos a Dios más que a nada de forma constante simplemente no pecaríamos. Si bien es verdad que hay momentos en los que amamos más otras cosas que a Dios, no lo calificaría directamente de idolatría, sino que cuando ya es algo repetitivo, ahí sí esa cosa se convirtió en mi ídolo por encima de Dios. Es por esto que Pablo llama a los inconversos idólatras, no porque nosotros no pequemos, sino porque ellos lo hacen de forma constante y les gusta, esta idolatría es la que Juan llamará en su carta "la práctica del pecado". Es por esto también por lo que Pablo dice que los idólatras no entrarán en el reino de los cielos. Esa es la diferencia con el cristiano.
Igualmente el cristiano tiene sus ídolos, cosas que pone antes que a Dios. Si bien es más difícil que tenga un ídolo que sea un pecado, ya que el cristiano no se deleita en el mismo, sí puede tener otras cosas ¿Y qué serían estas cosas? Bueno, es muy común hoy en día hablar de las redes sociales como un ídolo, los videojuegos, el trabajo, la universidad, una relación, etc ¿Por qué se habla de estas cosas como ídolos? Por el hecho de que a causa de ellas muchas veces perdemos el tiempo y no tenemos nuestro tiempo devocional con Dios, o les dedicamos muchísimo más tiempo que a las cosas del Señor. Pero tampoco vengo a hablar de este tipo de ídolos. Es algo que ya se habla mucho y la verdad creo que no suelen ser muy difíciles de identificar (aunque en ocasiones sí son difíciles de superar).
De lo que sí vengo a hablar hoy es de aquellos ídolos que pareciesen que son cosas del Señor, piadosas, y de hecho lo son, pero por la motivación de nuestro corazón terminan siendo ídolos ¿A qué me refiero con esto? A cuando perseguimos ciertas cosas con tal afán, que por más de que parezcan piadosas, en ese afán desplazamos a Cristo. Pongamos un ejemplo del cual venimos hablando bastante en los últimos blogs y que creo que es la perfecta ilustración: La obediencia. Y sí, hablo de la obediencia a Dios, pero tranquilo, seguí leyendo. La obediencia puede ser un ídolo cuando lo hacemos por la razón equivocada. Cuando obedecemos porque amamos a Dios y entonces queremos glorificarle con nuestras vidas está perfecto, buenísimo, nuestra obediencia viene porque Cristo es nuestra prioridad número 1. Ahora, la obediencia pasa a ser un ídolo cuando desplazamos a Cristo de la ecuación. Cuando no obedecemos por amor a Él y lo hacemos simplemente porque la Biblia nos dice qué es lo que tenemos que hacer lo estamos desplazando, porque mi objetivo ya no es más agradarle, sino una búsqueda por cumplir con lo que la Biblia dice, de sentirme realizado con eso.
Déjeme ponerlo de esta forma. Si yo busco la santificación porque quiero ser santo, entonces la santidad es mi motivación para ser obediente, por lo que sólo la santidad pasa a ocupar el lugar que Cristo debería tener, y esa obediencia termina siendo un acto de idolatría. Mi objetivo pasa a ser el YO ser santo (y entiéndase el énfasis en el yo), cuando siempre debe ser Cristo, glorificarle, y si este es mi objetivo, mi motivación será el amor que le tengo (resultado de Su amor). En cambio, cuando me centro en ser santo, mi motivación soy yo mismo, es algo que quiero, obedezco en un afán por ser cada vez más santo. Si bien el ídolo principal es el "yo", la "obediencia" es una de las formas de idolatría, de adorar a la imagen del "yo". Y si, esa obediencia va entre comillas porque claramente si hacemos lo que la Biblia nos dice pero con el fin de sentirme mejor, de llegar a algo, y no teniendo mi mirada en Cristo, en realidad no es obediencia, como vimos en el blog anterior.
Otro ejemplo bastante claro es la iglesia local ¿Con qué fin vamos a la misma? Esta semana subí una foto de una frase de John MacArthur a mis redes que ilustra esto, dice: "Si vas a la iglesia de una forma egoísta en búsqueda de una bendición, has perdido el sentido de la adoración. Vamos a dar gloria, no a ser bendecidos." Cuando el fin de la iglesia, de la predicación, la alabanza, la oración, la lectura, y todo lo que se hace en la iglesia local, es la edificación de los hermanos, hemos desplazado a Dios como el centro de la alabanza de la misma. Y uno puede decir "No, bueno, pero al edificarnos Cristo está siendo enaltecido". Pero aquí hay un problema muy grande. Al decir esto, el hecho de que Cristo sea enaltecido es una consecuencia de nuestra "edificación". Cuando en realidad debería ser al revés. El hecho de que seamos edificados es una consecuencia de que estamos enalteciendo a Cristo. Al concentrarnos en nuestra edificación estamos yendo a la iglesia por nosotros mismos, y no por Dios. Es algo egoísta y que desplaza a Cristo del centro, básicamente un ídolo.
Pongamos unos ejemplo más bien rápidos. La teología es uno de ellos. Cuando nuestro fin es adquirir más conocimiento, saber más, sentirnos más "sabios", esa teología es inútil, porque termina siendo un ídolo. La única razón para estudiar teología no está en nosotros, sino en Él, en poder interpretar de una mejor forma Su Palabra para conocerle aún mejor, simplemente porque le amamos. Otro sería el servicio. Cuando servimos en la iglesia pero por autodisciplina, o porque es algo que me gusta hacer a mí, pero no teniendo a Cristo en mi mente, lo estoy desplazando de allí. El evangelismo y discipulado también ¿Cuál es mi objetivo al hacerlo?¿Sentirme que estoy cumpliendo con la gran comisión? Si es así mi fin es sentirme yo bien al hacerlo, lo cual desplaza a Cristo de la ecuación de mi motivación. Mi motivación es que amo a Cristo de tal forma que lo quiero ver reflejado en otros.
Hay algo que todas estas cosas tienen en común. Todas son cosas que el Señor nos manda a hacer, son cosas piadosas, pero nosotros las pervertimos transformándolas en un ídolo ¿Cómo? Concentrándonos al hacerlas en el "yo". En realidad, el ídolo final de todo somos nosotros mismos, pero es impresionante cómo usamos aún las cosas santas del Señor para complacer a ese ídolo.
Con este blog no quiero que nos empecemos a martirizar por pervertir aún las cosas de Dios. Lo que quiero es intentar abrir los ojos (lo cual igualmente es una obra del Espíritu) para que examinemos las motivaciones con las que hacemos todas las cosas en la vida cristiana. Nuestra motivación siempre debe ser el amor por nuestro Salvador. En el momento en que estoy haciendo algo guiado por otra cosa, esa cosa ha desplazado a Cristo, por lo que debemos reorientar nuestra mirada. Como vimos, son todas cosas buenas, el problema está dentro nuestro. Por lo que no debemos dejar de hacerlas, porque también son cosas que Dios utiliza para hacernos crecer, pero sí debemos reorientar nuestra mirada para estar motivados por la razón correcta: nuestro hermoso Salvador. Estos son ídolos muy sutiles, pero que, queramos o no, nos desplazan de nuestra mirada en nuestro Señor, por lo cual debemos estar atentos, y sobre todo ver siempre a Cristo.
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