Continuamos con nuestro estudio sobre la primer epístola del apóstol Juan. Terminando con el capítulo 4 veremos que Juan agarra dos conceptos de los que ya habló (permanecer en Dios y el amor) para hablarnos sobre cómo un verdadero creyente demuestra que lo es.
"13 En esto conocemos que permanecemos en Él, y Él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. 14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. 15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como Él es, así somos nosotros en este mundo. 18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 19 Nosotros le amamos a Él, porque Él nos amó primero. 20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21 Y nosotros tenemos este mandamiento de Él: El que ama a Dios, ame también a su hermano." 1° Juan 4:13-21
Cuando leemos este pasaje, más específicamente los versículos 13 al 15, podemos pensar que es bastante fácil demostrar que tenemos al Espíritu Santo morando en nosotros (la palabra permanecer se puede traducir como morar). Simplemente con decir que efectivamente Cristo es el Hijo de Dios ya estamos dando prueba. Pero esto no es tan así. Estos versículos sin duda nos hacen acordar a lo que dice Pablo en Romanos 10:9-10 "que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." Pero viendo un poco el contexto de Romanos nos damos cuenta que no es lo mismo que ahora. En ese momento te podían llegar a matar por decir públicamente que Jesús es el Señor, por lo que solamente una persona que de verdad lo creyese, que de verdad tuviese su confianza en Dios lo diría. No como hoy en día que cualquiera lo puede decir en libertad, sobre todo en el occidente. En el caso de 1° de Juan, si bien también había persecución en ese entonces y también se aplica lo mismo, Juan nos dará del versículo 16 en adelante un poco más de explicación a lo que se refiere ¿Qué significa confesar que Jesús es el Hijo de Dios?
Del versículo 16 en adelante veremos que esta confesión involucra el concepto que Juan viene hablando antes en este capítulo: el amor. Para confesar algo claramente debemos creer en aquello, y el autor habla de que creemos en el amor que Dios tiene para con nosotros. Este amor implica varias cosas, y podría escribir un millón de palabras hablando al respecto, pero creo que hay un versículo, muy conocido, que lo refleja a la perfección: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." Romanos 5:8. En el blog anterior ya vimos lo que significa el amor de Dios, y aquí Juan sigue reflexionando sobre lo mismo. De hecho, las últimas palabras del versículo 16 ya las ha dicho anteriormente el apóstol en la carta.
Partiendo de que los que confiesan a Dios son los que han conocido Su amor por nosotros, el Evangelio, es que el autor, en el versículo 17, continuará hablando de lo que dejó en el versículo 12, ese perfeccionamiento del amor. Nótese que el amor se perfecciona por un agente externo según la conjugación del verbo, no es que nosotros lo perfeccionamos. Es Dios el que nos hace crecer en amor, de Él surge como veremos en el versículo 19. Ahora, este amor, ¿para qué nos sirve? El hecho de que crezca a tal punto que lo confesamos, que lo queremos compartir, nos da confianza para el futuro ¿Por qué? Porque esto nos demuestra que efectivamente estamos en Cristo, que somos salvos. El amor que Cristo nos da y sentimos, nos da seguridad, ya que viene del Espíritu que mora en nosotros, como vimos en el capítulo 3. Como vimos también en el blog anterior, sólo podemos amar con un amor ágape por el Evangelio, porque lo tenemos a Él. La seguridad de que permanecemos en Dios, de que seremos librados del juicio, viene por medio del Espíritu demostrado en el amor perfecto (el cual tiene su núcleo en el Evangelio). El versículo 18 es justamente la contracara de esto. Si le tememos al juicio, al día de mañana, es porque no hemos conocido el amor y no tenemos confianza en Dios, en su obra, en el amor que Él nos demostró en la cruz.
Ahora es cuando viene un versículo muy corto pero a la vez muy profundo. Una mejor traducción del versículo 19 es la de la Biblia de las Américas que dice: "Nosotros amamos, porque Él nos amó primero." Si bien la traducción de Reina Valera no está mal, la de las Américas, en este caso es un poco más fiel a los originales, le da un sentido muchísimo más amplio. Juan, hablando de la seguridad, de permanecer en Dios, escribe esto aquí. Pero no es porque cambie de tema ni nada, sino porque al nosotros amar podemos estar seguros entonces que Dios nos ama, ya que sería imposible amar si Él no lo hace antes. En Reina Valera este versículo parece que se basa más en el Evangelio, ya que nos habla sobre como Cristo nos amó y entonces ahora, gracias a ese amor que se sacrificó es que nosotros le podemos amar también, ya que gracias a ese sacrificio somos regenerados y capaces de amar de una forma ágape como vimos en el blog anterior. Pero la versión de las Américas también nos permite darle más continuidad, para que ese amor no sólo se aplique en nuestra salvación, sino también en nuestra santificación. Déjeme ponerlo de la siguiente forma, nosotros amamos de forma ágape en todo sentido, solamente porque Dios nos ama de esa forma.
Para entender un poco más esto debemos ver los versículos 20 y 21, los cuales, si los leemos de forma detenida, veremos que hablan de los dos mandamientos principales (amar a Dios por sobre todo y al prójimo como a uno mismo), y a su vez los relaciona entre sí. Uno no puede cumplir el segundo sin cumplir el primero, y uno no puede decir que cumple el primero y no cumplir el segundo. Teniendo en mente esto, recordemos el versículo 19, que dice que sólo podemos amar (en todo sentido de la palabra ágape) porque Dios nos amó primero. Esto significa que la única forma de cumplir esos dos mandamientos es si Dios nos amó antes. Es como resultado del amor de Dios por nosotros que ahora podemos amar a Dios por sobre todo y a nuestros hermanos. Si pensamos que estos son los dos principales mandamientos, de quienes surgen la obediencia, entonces Juan acá lo que nos está diciendo es que nuestra vida cristiana, piadosa, en amor, se origina en Dios. Si bien podemos pensar que sale de nosotros, la única forma de vivir cumpliendo estos mandamientos es en respuesta al amor que Dios nos demostró a nosotros, en respuesta al Evangelio. Y esto, si somos calvinistas, lo tenemos que afirmar aún más. Ya que la regeneración es la única forma posible para que nos arrepintamos y tengamos fe. Primero Dios hace una obra en nosotros y ahí se nos concede el arrepentimiento. Bueno, es lo mismo con la santificación. Dios tiene que obrar algo en nosotros, nos tiene que dar de Su amor, del Evangelio, para que así nosotros, en respuesta a eso, podamos amar también.
Para terminar, recordemos el contexto de la carta, Juan, para afirmar a los creyentes, les está demostrando que los gnósticos que salieron de la iglesia no son verdaderos cristianos. Recordemos que no habla de seguridad de salvación para los creyentes, sino que simplemente les está advirtiendo sobre los falsos maestros. En este pasaje él les mostró cómo un verdadero cristiano, a través de su confesión muestra el amor de Cristo, amor que se ve reflejado también en su trato para con los hermanos (algo en lo que los gnósticos fallaban). Y por contraposición vemos una enseñanza para nosotros. Si queremos estar seguros en el juicio final, si no queremos estar temerosos, entonces debemos conocer y creer que Jesús es el Hijo de Dios, esto es el Evangelio. Y es a través de entender este Evangelio, el amor de Dios para pecadores como nosotros, que podremos amar primeramente al Señor por semejante obra que hizo en nosotros pero también porque en el Evangelio se revela, por lo que le podemos conocer aún más. También podremos amar al prójimo, ya que en el Evangelio tenemos la mayor prueba de ágape digna de imitar y posible sólo al entender el sacrificio de Cristo. Recordemos que nuestra permanencia, nuestra confianza, nuestro amor, nuestra obediencia, todo es posible, es generado, surge a partir del Evangelio. Concéntrate en conocer más al Salvador, y entre más te enamores de Él, más se perfeccionará el amor en ti, el cual lo podrás demostrar no sólo para con el Señor, sino también para con tus hermanos. Recordemos siempre esto: todo surge de Dios. Nuestro amor, nuestra obediencia, nuestra vida piadosa, nuestra salvación, nuestra santificación surgen de Dios. Es como resultado de la obra que Él hace, de como impacta en nuestra vida eso que creceremos y el amor será perfeccionado en nosotros, del cual, como vimos, surgirá todo el resto de nuestra vida cristiana.
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