Continuamos con nuestro estudio sobre la primer epístola del apóstol Juan. Hoy comenzamos el último capítulo de esta carta donde Juan nos mostrará el camino de un cristiano y dónde se encuentra, o debería encontrar, hoy en día.
"1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por Él. 2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. 3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. 4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" 1° Juan 5:1-5
El capítulo anterior terminó diciendo "Y nosotros tenemos este mandamiento de Él: El que ama a Dios, ame también a su hermano." (1° Juan 4:21). Entonces, este capítulo, comienza hablando sobre quiénes somos "nosotros", y cómo es que obedecemos a esos mandamientos. El versículo 1 nos habla de que ese "nosotros" se refiere a todos los que creen que Jesús es Cristo y esto tiene varias implicaciones. Aquí Juan no deja de refutar la doctrina de los gnósticos, quienes negaban que Dios pudiese haberse hecho 100% humano. Al decir que Jesús (una persona 100% humana) es Cristo (El Ungido de Dios, el Mesías) está haciendo una referencia a la Deidad y Humanidad, al 100% ambas, de Jesucristo. Y al creer que Jesús es Dios también vamos a creer en Su sacrificio, por lo que aquí está implícito el Evangelio. Además la palabra "creer" en su original no sólo nos habla de una creencia religiosa, sino de algo que es parte de nosotros, que se vive.
El versículo continúa y este nos habla de que esa persona que cree en el Evangelio, en Dios encarnado, ha sido regenerado. Por la conjugación de los verbos y la gramática del pasaje podemos apreciar un orden aquí, el cual consiste en que primero Dios nos hace nacer de nuevo, y entonces allí creemos. Nos es posible creer sólo por la obra regeneradora del Señor en nosotros. Y es aquí que empieza ese camino del que hablamos antes. Primero Dios nos regenera, gracias a eso podemos creer en el Evangelio, y es entonces que viene el tercer paso: el amor. Cuando creemos en la obra redentora de Cristo es imposible no comenzar a amarle porque justamente vemos que Él nos amó primero (1° Juan 4:19). El amor es la única respuesta obvia cuando el Señor nos abre los ojos.
Juan nos dará también otra respuesta ante el amor de Dios. No sólo gracias a eso es que nosotros le amamos a Él, sino que también amamos a nuestros hermanos, a los que Él también hizo nacer de nuevo. Y si prestamos atención, esto es lo mismo de lo que hablaba el versículo anterior (1° Juan 4:21), son los dos mandamientos. Entonces el orden del camino a la obediencia es el siguiente: Primero Dios nos regenera, gracias a eso podemos creer en Cristo; ahora, al creerle y ver Su sacrificio, entonces surgirá en nosotros un enamoramiento, un amor por nuestro Salvador, y es por medio de ese amor que podremos obedecer con estos dos mandamientos.
En los dos versículos siguientes el apóstol desarrollará más esta idea del amor y la obediencia. El versículo 2 nos habla de que una prueba de que verdaderamente amamos a nuestros hermanos es que amamos a Dios, porque justamente si amamos al que nos engendró, entonces amaremos a las otras personas a quienes hizo nacer de nuevo. Y el amor a Dios se ve reflejado también en que guardamos Sus mandamientos. Y acá es cuando nos metemos en un tema delicado. ¿Qué son estos mandamientos?¿Son la ley, los 10 mandamientos?¿Entonces la ley se puede cumplir?
Primero recordemos algo, Juan desde el principio de la carta nos habla de que no existe la perfección, un cristiano sigue pecando y lo seguirá haciendo hasta que esté glorificado. Si bien al principio de la serie tuvimos unas preguntas parecidas y llegamos a la conclusión de que eran los 2 principales mandamientos, creo que no es el caso acá, sino que Juan está ampliando eso. Si fuesen los dos mandamientos (de los cuales Juan se la pasó hablando en casi toda la carta) sería raro, ya que en ese mismo versículo también los menciona, por lo que sería repetitivo. Creo que el autor está hablando de una vida piadosa, de obediencia a Dios.
Entonces si amamos a Dios viviremos una vida piadosa, le obedeceremos. Pero con esto también hay que tener cuidado, ya que el versículo nos habla de que la obediencia es el resultado del amor, no al revés. Y muchos, aunque nieguen que lo hacen, lo viven como si fuese al revés. Tratan de hacer crecer su comunión con Dios mediante la obediencia, cuando es a raíz de la comunión, de un enamoramiento hacia el Señor, que surgirá esa obediencia. La obediencia es la prueba externa del amor a Dios, y es de esto de lo que habla el versículo 3. Si la obediencia no sale del amor de Dios, esta se transforma en ley, la cual nadie puede cumplir y por ello se transforma en una carga. El "tengo que hacer esto" si o si se terminará transformando en una carga porque, como decía el principio de la carta, no somos perfectos. En cambio, Juan nos habla de una obediencia que surge del amor, no por una obligación, sino por un querer. Ahora, no siempre vamos a querer, pero la verdadera obediencia va a surgir de cambiar nuestros afectos, no nuestro comportamiento. Es de cambiar nuestros afectos, lo que nosotros queremos, que surgirá ese comportamiento
A través de esto es que vencemos a uno de los tres enemigos que tiene el cristiano: el mundo. La obediencia a Dios va en contra del sistema de este mundo, lo cual hace que este esté vencido. Y es hermoso de que aún cuando esto es por medio de nuestra obediencia, Juan nos recuerda que esta victoria sólo es posible porque Cristo la obtuvo primero en la cruz. Si te fijas, al final del versículo 4 se nos habla de una victoria en tiempo pasado ¡Esta es la cruz! El versículo 5 lo deja bien en claro que vencemos al mundo, obedecemos a Dios, sólo por medio del Evangelio. Nuestra obediencia tiene su origen en la obra redentora de Cristo, es sólo por medio de ella que podremos obedecer.
Para terminar, como hijos de Dios, al haber visto Su obra por nosotros, Su gracia, vamos a querer vivir una vida que le agrade, una vida piadosa. Ahora, esta no vendrá por medio de obligarnos a obedecer. Al hacer eso nos estamos saltando un paso del camino del que nos habla Juan, este paso es el amor. Si realmente tu deseo es una vida piadosa, entonces concéntrate en enamorarte más de Dios, para lo cual debemos ver una y otra vez el Evangelio, que es donde Él más se nos reveló. Esta es la única forma en la cual la obediencia hacia Dios nunca terminará siendo una carga. Si nos saltamos este paso e intentamos obedecerle sin ver la cruz y enamorarnos de Él, sin que nuestros afectos cambien, entonces llegará un punto en que nos cansaremos, que no podremos sostener esa falsa vida piadosa que tendríamos. El "tengo qué" acá no sirve de nada si no hay un verdadero deseo por hacer eso, y ese deseo sólo vendrá de amar más a Dios, por lo que nos debemos concentrar en conocerle más, en enamorarnos más, de esta forma Él transformará por medio de Su amor nuestros deseos y pondrá así el querer como el hacer para hacer Su buena voluntad, para obedecerle desde nuestro interior y no sólo en unas obras. El recorrido desde la regeneración a la obediencia es claro, el problema está cuando nos queremos saltar algún paso. Un cristiano nunca podrá llegar a una obediencia verdadera sin concentrarse antes en el Evangelio y en amar a su Salvador como resultado de eso. El Evangelio no es solo el punto de partida, es el día a día, es de allí que surgirá la obediencia ¿Qué es lo que estás haciendo?¿Intentas obedecer en tus fuerzas, o buscas más de Dios para que sea Él por Su amor el que transforme tu vida? Una cosa te pone una carga enorme, y la otra te da descanso. No hay mejores palabras para cerrar este blog que las de Jesús en Mateo 11:28 "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar." Recuerda: Sus mandamientos no son gravosos ¿Por qué? Porque le amamos a Él, y es de allí que surgirá nuestra vida piadosa.
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