Continuamos con nuestro estudio sobre la primer epístola del apóstol Juan. Comenzando con el capítulo 4 veremos a Juan siendo ya más directo y equipando a los destinatarios para diferenciar entre las falsas doctrinas y la verdadera.
"1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; 3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. 4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. 5 Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. 6 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error." 1° Juan 4:1-6
El capítulo 3 terminaba hablando de la seguridad de salvación que tenemos ya que tenemos al Espíritu Santo, el cual, como dice Efesios 1:14, es nuestra garantía. Pero a pesar de esto, los falsos maestros también decían tener al Espíritu. Es en este contexto que está nuestro pasaje de hoy. Aquí Juan les advierte que no todo el que dice hablar en nombre de Dios efectivamente lo hace (versículo 1). Sino que debemos tener cuidado ya que en el último tiempo han salido muchos falsos maestros (o pseudo profetas, como sería su traducción literal) que, a diferencia de lo que afirman, en lugar de que lo que hablan sea de Dios, es del mundo. Es por esto que debemos examinar como los de Berea a ver si lo que dicen es bíblico o no. A continuación, es que Juan nos dará dos formas de identificar a estos falsos maestros.
La primer forma la encontramos en los versículos 2 y 3, la cual es mucho más aplicable al contexto de la carta. Recordemos un poco. Juan les escribe a sus destinatarios para afirmarlos frente a los ataques de los gnósticos (quienes eran de la iglesia pero habían salido creyendo una herejía). Esta falsa doctrina decía que Jesús no era Dios encarnado, sino que como el cuerpo en esencia es malo, Cristo nunca se podría haber mezclado con el mismo, por lo que Él aparentaba ser humano pero en realidad era un espíritu. Estos dos versículos entonces marcan el contraste. El versículo 2 nos habla de que la verdadera doctrina es que Dios efectivamente se había encarnado. Si bien no vamos a hacer un estudio de la encarnación de Cristo ahora, hay algunas implicaciones que me gustarían comentar para entender la importancia del asunto. Si Cristo era sólo un espíritu, entonces su muerte no habría servido de nada (suponiendo de que pudiese morir) ¿Por qué? Porque la muerte sustitutoria de la redención, el sacrificio que Dios exigía, era de sangre, la cual un espíritu no tiene. Por lo que sin encarnación, directamente no hay Evangelio. Tampoco, si Cristo no era humano, se hubiese podido identificar como uno, por lo que no sólo su muerte no era válida, sino tampoco su vida cumpliendo la Ley. Decir que Dios se hizo hombre es algo totalmente principal dentro del Evangelio. Y teniendo esto en mente, es entendible por qué el versículo 2 comienza de esa forma, ya que es gracias a que Dios se encarnó que podemos conocer Su Espíritu. De hecho la mayúscula en el versículo es correcta ya que carece de una preposición en el original marcando que no es simplemente un espíritu que proviene de Dios (como si pasa más adelante en el versículo) sino que es el Espíritu de Dios mismo, es gracias al Evangelio, a Su encarnación, que lo conocemos a Él.
El versículo 3 es la contracara, refutando directamente a lo que decían los gnósticos y volviendo a tocar lo que vimos en el capítulo 2 sobre qué son anticristos. Aquí es donde más vemos la diferencia de que en realidad estos falsos maestros no son el anticristo, sino que simplemente tienen su espíritu, el cual busca ir en contra de Cristo. Como vimos en el blog del capítulo 2 el verdadero anticristo no sólo intentará ir en contra, sino que también buscará ocupar su lugar. Negar la encarnación de Cristo es simplemente negar el Evangelio, por lo que es imposible que eso venga de Dios, y si no viene de Él, viene del mundo mismo. Sin embargo, hoy en día cada vez son menos los que niegan la encarnación de Cristo (aunque hay algunos que lo hacen mezclándose con la nueva era). Por esto es que esta forma de detectar, al ser tan específica, muchas veces no nos sirve. Por ejemplo, el evangelio de la prosperidad no niega la encarnación de Cristo, pero claramente tampoco es algo que venga de Dios.
Por esta razón Juan, en los versículos 4 al 6, nos dará otra forma para identificar. El versículo 4 nos sirve de introducción, marcando la clara diferencia que hay ahora entre el cristiano y el mundo. Ya no pertenecemos al mundo, Dios no se asocia con el mundo, y Él nos ofrece mucho mejores cosas de lo que se nos puede llegar a ofrecer en esta tierra. Sin embargo, muchos predicadores tratan de endulzar sus mensajes con cosas del mundo. A su vez, el versículo 4, nos habla de que nosotros ya hemos vencido a los falsos maestros ¿Por qué Juan dice esto? Porque justamente, recordemos que el autor, está intentando afirmar a los creyentes, por lo que les dice "Tranquilos, si bien estos falsos maestros están tratando de causar estragos, ustedes ya los vencieron. No porque hayan hecho algo, sino porque tienen al verdadero Dios adentro, Aquel a quien proclamamos y ellos no lo hacen ¿Por qué? Porque les gustan las cosas del mundo". Volviendo al ejemplo del evangelio de la prosperidad, ellos tratan de "endulzar" prometiendo bienes materiales. Pero Juan nos dice no, mejor que el mundo es Dios mismo, por lo que solo escucharán con agrado esos mensaje personas que aprecien más esas posesiones que al Señor. Esto no significa que todas las personas que estén en iglesias de la prosperidad no son creyentes, no está hablando de eso el pasaje, esas personas pueden estar confundidas. Sino de lo que habla es que ese tipo de predicaciones, al mundo les va a gustar igualmente. En el tiempo de Juan, los gnósticos anunciaban que se podía vivir en pecado sin problema, y eso claramente al mundo le encantaba. En la actualidad podemos ver autoayuda, charlas motivacionales, negocios, "ser tu mejor yo", tener poder, etc. Y claramente todo esto al mundo le va a gustar. Pero el verdadero Evangelio, que nos llama a negarnos a nosotros mismos, a renunciar a todo, eso no les va a gustar ¿Por qué? Por lo que hablamos antes, ellos no pueden ver el tesoro que es Dios mismo.
Aquí es cuando viene el versículo 6 que marca la diferencia crucial. Una persona que conoce a Dios, va a querer escuchar a los verdaderos predicadores porque ellos muestran, o deberían mostrar, el verdadero tesoro: Dios mismo. Mientras el mundo está enfocado en sus ídolos, y los falsos maestros, al predicar de los mismos, se hacen famosos, los verdaderos cristianos sólo lo queremos a nuestro Señor, por lo que le buscaremos a Él y personas que lo proclamen. La verdadera doctrina (el espíritu de verdad) y la falsa doctrina (el espíritu de error) se diferencian en aquello que tienen como tesoro. Y esto repercute en qué personas las siguen, ya que "...donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón." (Mateo 6:21). A las personas del mundo les gustan los falsos maestros porque comparten sus tesoros (los ídolos), y por eso es que no escuchan a los predicadores de sana doctrina, porque no entienden que Dios es mayor que el mundo.
Si queremos detectar falsos maestros, debemos ver en qué se centran los predicadores, ya que la verdadera doctrina se centra en Cristo. Y para hacer esto debemos ser como los de Berea quienes, cada cosa que escuchaban, la verificaban con la Palabra (Hechos 17:10-11), algo que se ha perdido mucho en el último tiempo. Recuerda que si la predicación pudiese ser dada a personas inconversas y que les guste, allí hay algo mal. El verdadero Evangelio nos confronta, nos ofende, nos dice lo inútiles que somos y cómo nos debemos negar a nosotros mismos, y esto al mundo jamás le gustará. El mejor detector contra los falsos maestros es Cristo mismo, el Evangelio.
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