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Serie de 1° Juan: Somos hijos de Dios (1° Juan 2:29-3:10)

Continuamos con nuestro estudio sobre la primer epístola del apóstol Juan. Hoy nos introducimos al capítulo 3 donde Juan marcará una gran diferencia entre los falsos maestros y los hijos de Dios.

Serie de 1° Juan: Somos hijos de Dios (1° Juan 2:29-3:10)

"29 Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de Él. 1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él. 2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro. 4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. 5 Y sabéis que Él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en Él. 6 Todo aquel que permanece en Él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido. 7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como Él es justo. 8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. 10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios." 1° Juan 2:29-3:10

En el blog anterior hablamos sobre cómo un cristiano permanece en Cristo a diferencia de personas como los gnósticos quienes decían ser cristianos pero se habían alejado de absolutamente todo. El versículo 29 del capítulo 2 está al final de ese pasaje para introducirnos al tema que veremos hoy. Juan aquí marcará otra gran diferencia entre los cristianos y los falsos maestros: Nosotros somos hijos de Dios, y eso ha transformado nuestra vida. Primero, recordemos por qué es que Juan está marcando tantas diferencias. Por lo que nos deja ver la carta, estos falsos maestros se habían apartado de la iglesia y todo esto había producido dudas en los creyentes. Juan entonces les escribe para afirmarlos, sacarles las dudas, confirmar que lo que ellos creían está bien y que estas personas que salieron de la iglesia, por más convincentes que pudiesen sonar, eran falsos maestros.

El versículo 29 introducirá el concepto en que el autor desarrollará el resto de la comparación: somos nacidos de Él. Ahora, este versículo pareciera que dijese como que somos regenerados porque hacemos justicia, pero en realidad es todo lo contrario. Lo que dice es que justamente si podemos hacer justicia, si una persona se puede comportar de esta manera, es porque ha nacido de Dios. Esto también lo podemos apreciar en el versículo 7 que veremos más adelante donde dice "el que hace justicia es justo". La posición de justo viene antes de la obra de justicia. Y el versículo 1 del capítulo 3 nos mostrará todo esto de una manera hermosa. En el original, las palabras de este versículo expresan una alegría y un asombro impresionante ¿Y cómo no estarlo ante tanta gracia? La mayoría del tiempo no nos damos cuenta de la magnitud de lo que habla en este versículo ¡Unos pecadores como nosotros han sido amados por Dios y han sido adoptados como Sus hijos! No hay mayor gracia que esta. Al ser Sus hijos, somos distintos al resto del mundo, y es justamente esta distinción de la que hablará Juan más tarde.

Si bien somos hijos de Dios, todavía nuestra transformación no ha sido completa. El creyente está en un proceso de santificación, es por este proceso que se distingue del mundo. Pero esto no terminará hasta que Cristo venga. Será en ese momento que Él terminará el proceso y nos glorificará. Después de ese momento, no sólo estaremos para siempre con Él, sino que esa relación será sin barreras, ya que no pecaremos nunca más. Ahora, el versículo 3 puede ser algo confuso, porque nos habla de que el que espera a la venida del Señor "se purifica a sí mismo" ¿Acaso esto significa que el proceso que Dios empieza y termina en el medio depende de que nosotros nos santifiquemos? Bueno, veamos un poco lo que quiere decir Juan acá. En resumidas cuentas está diciendo que para crecer en esa santidad debes hacer una cosa de la cual Pablo habla una y otra vez en sus carta: Concentrarte en Cristo. Cuando uno tiene la mirada puesta en el Señor, que ha de venir, no querrá vivir una vida de pecado, sino que querrá hacer lo que Él quiere que hagamos, hacer lo que Juan llama justicia. Así como en el versículo 29, el origen de nuestras obras de justicia entonces no radica en nosotros, sino en Él. Y no sólo hablo de nuestra lucha contra el pecado, sino también de nuestra vida de piedad.

A partir de ahora es cuando se marcará bien la diferencia. El versículo 4 nos habla de lo que es el pecado: es infracción de la Ley. Ahora ¿habla esto de la Ley Mosaica? No. Creo que Juan se refiere más a los dos mandamientos en lo que Cristo resumió toda la Ley y los profetas: Amarás al Señor por sobre todo y a tu prójimo como a ti mismo. Hablaré más tarde de la razón por la que creo que aquí se refiere a esto, y luego de la serie de Juan tengo pensado hacer un blog sobre la verdadera obediencia, pero para no dejar este momento en la nada pongámoslo de la siguiente forma: La Ley Mosaica está llena de órdenes, cosas que personas no convertidas podrían cumplir tales como utilizar cierta vestimenta o hacer ciertas cosas. Llevándolo más a la actualidad pongamos el ejemplo de amar a su esposa. Una persona no cristiana lo puede cumplir ¿pero esto significaría que está obedeciendo a Dios una persona impía? No, porque su motivación para amar no es Dios, él no ama al Señor por sobre todo por lo que no estaría "obedeciendo" de una forma genuina, ya que el centro no sería Cristo. Algo tan santo como el servicio al Señor puede ser infracción de la Ley si en lugar de hacerlo porque amamos a Dios lo hacemos por razones egoístas. Por esto justamente es que este mandamiento del Señor resume perfectamente la Ley y los profetas, porque si no hacemos eso, en vano "obedecemos".

¿Y cómo se conecta esto con lo que continuará hablando y lo que ya habló? Se conecta en que la forma de vivir del cristiano, ese alejamiento del pecado, se dará por maravillarse en la gracia de Dios (versículo 1 y 2), poner sus ojos en Cristo (versículo 3) y amar al Señor por sobre todo (versículo 4). Aquí no hay un cambio de tema, sino que está conectado; y si no hacemos esta conexión nunca podremos entender por qué realmente el cristiano es distinto. Es por esto que en el versículo 5 Juan les recordará el Evangelio mostrándoles a aquella persona a la que debemos amar: Cristo.

Los versículos 6 al 9, si no los interpretamos a la luz de lo anterior, y de todo lo que escribió Juan antes, nos pueden hacer caer en un legalismo mortal. El pasaje habla de que el cristiano no peca, de que hace justicia, que no practica el pecado, y en un punto hasta llega a decir que no puede pecar. Ahora, si yo veo estos versículos sin analizarlos, directamente podría decir que no soy hijo de Dios, porque yo sí peco. Bueno, Juan no está diciendo que el cristiano no peca. El verbo en su original no habla de un pecado aislado, sino que el verbo está puesto en presente continuo, haciendo referencia a algo que sigue en el tiempo, que es constante y habitual. Ahora, esto es algo que muchos saben, a esto es a lo que llamamos la práctica del pecado, pero recuerdo que durante años la mala interpretación de esto me llevó a dudar muchas veces de mi salvación ya que volvía a caer en el mismo pecado una y otra vez, pensaba que esto era la práctica del pecado y por más de que luchaba volvía a caer ¿Es esto practicar el pecado? NO. Pongamos un ejemplo bastante claro: el orgullo. No existe persona que no luche contra esto, y hasta que Cristo venga tristemente seguiremos cayendo y luchando. La diferencia con el orgullo de un inconverso es que quizás caemos la misma cantidad de veces, pero al no creyente eso no le importa, él peca como algo más de su vida rutinaria y no le importa. Esto es la práctica del pecado. El cristiano por otra parte, cuando peca siente algo, sabe que Cristo murió por eso (versículo 5) está tan enamorado y maravillado por Su gracia que no lo quiere volver a hacer. Un hijo de Dios luchará contra su pecado porque, a diferencia del no creyente, él conoce a Cristo (versículo 6). Y recuerda que Juan no está tratando de que duden de la salvación de los creyentes, sino que los busca proteger de los gnósticos.

Juan continuará esta idea en el versículo 7 motivando entonces, ya que conocen a Cristo, a seguirle en sus pasos y no vivir como el mundo, algo con lo que los gnósticos trataban de engañarlos. Y en lo que queda del pasaje el apóstol marcará con todo lo que puede la diferencia llamando a los inconversos hijos del diablo. El diablo fue el primer pecador de todos, y a partir de ahí comenzó a motivar a todos los que pudo a hacer lo mismo, comenzando por los demonios, siguiendo por Adán y Eva, y continuando con la raza humana entera. Pero Jesús vino para justamente deshacer este dominio del enemigo. Esto no significa que el diablo no siga activo hoy en día, 1° Pedro 5:8 dice que sigue circulando por el mundo haciendo lo mismo que hace desde aquel pecado inicial. Lo que podemos ver de la victoria de Cristo, por ahora (cuando Él venga la veremos completa), es que a sus Hijos los liberó de esta obra del pecado que se inició en Satanás. Es por esto que permanecemos en Él y no vivimos en pecado, porque Cristo nos hizo renacer (versículo 9).

Para terminar, el versículo 10 es un resumen de lo anterior donde Juan dirá que los hijos de Dios no viven en pecado como los hijos del diablo, quienes no viven como Dios quiere y no aman a las personas (algo que ya había probado en el capítulo 2 que no hacían los gnósticos). Y con esto presentará lo que hablaremos en el siguiente blog sobre cómo un hijo de Dios ama a sus hermanos. Antes te dije de qué hablaría más tarde sobre por qué creo que Juan habla de que el pecado es infracción de los dos mandamientos que dio Cristo (Y no lo digo sólo yo, distintos comentaristas como Mathew Henry también). Veremos (y ya con el versículo 10 lo apreciar) que en los versículos siguientes al pasaje de hoy Juan hablará sobre cómo el verdadero cristiano ama a sus hermanos. Y en el pasaje de hoy vimos cómo el cristiano vive lejos de un hábito del pecado, pero esta vida es llevada por lo que dicen los primeros versículos: maravillarse en la gracia de Dios, poner sus ojos en Cristo y amar al Señor por sobre todo. Entonces, esta vida distinguida del mundo viene por amar más a Dios que al pecado (por eso es que no practicamos el pecado) y por amar a nuestros hermanos (como estudiaremos la semana que viene) ¿Puedes ver esto? Nuestra mayor distinción es el amor hacia el Señor, nadie que no sea Su hijo puede tener esto, y ciertamente los gnósticos no lo tenían, ya que pecaban sin problema menospreciando el sacrificio de Cristo. Esto es lo que nos distingue del mundo y por eso no nos conoce, porque si lo que nos distingue es amar a Alguien que no tienen ni idea de quién es ¿cómo nos conocerán a nosotros también? Ahora, ¿Quieres distinguirte? Recuerda y maravíllate de Su gracia ¿Quieres mostrar a Cristo? Espéralo y concéntrate en Él. Será imposible que vivas cómo Juan describe a los cristianos en este pasaje si no amas a Cristo por sobre todo, por eso hace tanto énfasis en que somos Sus hijos. Y para esto debemos hacer lo contrario a lo que hace el mundo: conocerle. Sé que puede ser un poco complicado, pero Juan muestra el perfecto equilibrio entre la ley y una falsa gracia, el libertinaje, eso que creían los gnósticos. Tengamos cuidado en no ir a los extremos, sino tratar de interpretarlo en el punto medio exacto donde Juan lo hace que es la gracia misma, y el amor para con nuestro Señor, los cuales se ven en la práctica, pero esa obediencia, esa forma de vivir, es todo a partir de lo anterior. 

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