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Serie de 1° Juan: El cristiano ama a sus hermanos (1° Juan 3:10-18)

Continuamos con nuestro estudio sobre la primer epístola del apóstol Juan. Como anticipamos en el blog anterior, hoy hablaremos sobre cómo una marca distintiva de un verdadero cristiano es que ama a sus hermanos.

Serie de 1° Juan: El cristiano ama a sus hermanos (1° Juan 3:10-18)

"10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. 11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. 12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. 13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece. 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. 15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en Él. 16 En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. 17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? 18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad." 1° Juan 3:10-18

En el blog anterior vimos cómo un verdadero cristiano refleja el amor que le tiene a Cristo en una lucha constante con el pecado. Como vimos, el versículo 10 actúa como puente entre el tema anterior y lo que veremos hoy. Recordando un poco, Juan al principio del capítulo 3 habla de un blanco y negro sin grises bien marcado: O eres hijo de Dios y en consecuencia luchas con tu pecado, o eres un hijo del diablo y pecar no te importa. A esto es a lo que se refiere con "todo aquel que no hace justicia". Pero luego agrega "y que no ama a su hermano". Sobre esto también hablamos en el blog anterior. Juan aquí está referenciando a los dos mandamientos principales que dio Cristo (amar al Señor por sobre todo y al prójimo como a uno mismo). El amor hacia Dios, como vimos en el pasaje anterior, se ve reflejado en nuestra lucha con el pecado, ya que sería contradictorio decir que amamos a Dios pero hacemos sin ningún problema aquello que nos separa de Él ("Ninguno puede servir a dos señores..." Mateo 6:24).

Una vez teniendo en fresco el hilo que viene escribiendo Juan, adentrémonos en el tema de hoy. En la introducción de la serie vimos como 1° Juan no tiene un aspecto tan lineal, y acá lo vemos reflejado, porque este tema ya lo tocó en el capítulo 2. El versículo 11 se relaciona directamente con lo que habló en ese pasaje del capítulo anterior. Retomando ese tema, ahora lo ampliará con un ejemplo y apoyándose en el contraste que viene marcando entre los hijos de Dios y los del diablo. En el versículo 12 veremos un ejemplo de una persona que aborreció a su hermano: Caín. A partir de este ejemplo desarrollará Juan todo lo que sigue, y creo que hay algo muy importante para destacar de este versículo: ¿Por qué Caín mató a Abel? Si vemos el versículo veremos que dice "Porque sus obras eran malas". Aquí creo que yace la diferencia principal de la que Juan está hablando. Caín no se hizo malo por matar a Abel, no, él ya era del maligno. Fue por su propia impiedad, su propia naturaleza caída, que odiaba a su hermano. Con esto vemos que nuestras acciones son un reflejo de lo que hay dentro nuestro. Si somos hijos del maligno, entonces practicaremos el pecado y aborreceremos a nuestros hermanos, es propio de la naturaleza caída. Pero si somos hijos de Dios, entonces lucharemos contra el pecado y amaremos a nuestros hermanos, pero no porque nos lo imponemos, sino que, al igual que el polo opuesto del maligno, sale de nuestro propio ser. Nuestra nueva naturaleza provoca que nos comportemos de esa forma, si bien, como siempre digo, no de forma constante ya que no hay cristiano perfecto, esa vida será la característica del cristiano. Con esto en mente es que debemos ver el resto del pasaje.

Al ver el versículo 13 no se nos puede no venir a la mente Juan 15:19 ("Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece."). Creo que estos dos versículos se complementan bastante bien en darnos la razón por la que el mundo nos odia. Primero porque lo tenemos a Cristo y vamos en contra del sistema pecaminoso del mundo, somos la oposición. Pero segundo, como vemos en nuestro pasaje, es que nos odia porque sale de su naturaleza. El mundo tampoco nos podría amar si quisiese porque simplemente no tiene a Cristo, no está en su naturaleza, el amor fraternal como lo describe 1° Corintios 13 sólo es posible para una persona regenerada, con la naturaleza de hijo de Dios. Y el versículo 14 justamente nos marcará esto, ese contraste entre los que tienen vida eterna y los que siguen muertos espiritualmente.

Con este versículo debemos considerar dos cosas. Primero que Juan en ningún momento de la carta habla de perfeccionismo, eso lo vemos desde el capítulo 1. En nuestro amor a los hermanos pueden surgir pleitos, vemos en Hechos 15:2 Pablo y Bernabé tuvieron una discusión "no pequeña". Que un reflejo de nuestra nueva naturaleza sea amar a nuestros hermanos no significa que siempre va a hacer todo color de rosas pero, como veremos en un rato en los versículos siguientes, hay una forma en la que sí se refleja claramente ese amor. A su vez he escuchado una vez usar este amor por los hermanos para decir que en la iglesia debemos estar todos juntos amándonos todos de la misma forma, sin ningún grupo. Pero tampoco habla de eso este pasaje, ya lo veremos. Igualmente, una forma muy fácil de refutar esto es que Jesús mismo tenía su grupo más allegado entre los 12 (estos eran Pedro, Jacobo y Juan). El amor de Cristo es el más perfecto que hay, y Él ama a todos sus discípulos por igual, pero esto no significa que no podamos tener personas más cercanas a nosotros, eso es lo que vemos en Jesús con Pedro, Jacobo y Juan.

El autor continúa haciendo referencia a las palabras de Jesús mismo. El versículo 15 nos recuerda a Mateo 5:22 donde Cristo nos habló de que aborrecer a nuestros hermanos era lo mismo que infligir el mandamiento de "no matarás". Recordando las palabras de su Maestro, Juan entonces nos muestra cómo odiar a nuestros hermanos es una prueba de que no hay vida en nosotros, de que esa persona no ha sido regenerada ya que no posee la nueva naturaleza que hace que pueda amar. En el versículo 16 vemos el contraste, y aquí es donde veremos lo que realmente significa amar al hermano. Antes Juan puso el ejemplo de Caín para mostrarnos cómo la naturaleza caída no puede cumplir con el segundo mandamiento. Ahora aparece el mejor ejemplo para mostrarnos cómo un corazón regenerado ama a sus hermanos: Cristo. Y no, Cristo no tuvo un corazón regenerado, Él siempre fue Dios. Pero dentro de la nueva naturaleza que nos es dada tenemos el Espíritu de Cristo mismo en nosotros. Por lo que, con nuestras imperfecciones, podemos tener el sentir que tuvo Cristo ¿Cuál fue este sentir? Dar su vida por nosotros. El verdadero amor no es llevarse bien con una persona, eso hasta lo hacen las personas del mundo. El verdadero amor se refleja en negarnos a nosotros mismos tal como lo vemos en Filipenses 2 que Cristo lo hizo. Cuando nos negamos a nosotros mismos es que ponemos los intereses de nuestros hermanos por encima de los nuestros, y es a eso que nos llama Dios, a una vida de negación constante.

Dios se negó a sí mismo para que ahora nosotros seamos capaces, por Su regeneración, a hacer lo mismo. Una persona que no se niega nunca a sí mismo, que es totalmente egoísta, que siempre busca su bien y nunca el de los demás, simplemente nunca vio la gracia. Esto es lo que les pasaba a los gnósticos. Ellos se ponían a sí mismos por sobre el resto, cuando la naturaleza de un hijo de Dios nos lleva a hacer lo contrario. El versículo 17 nos dará un ejemplo práctico que, por la forma en la que está escrita, se ve que es justamente lo que hacían los falsos maestros. El hecho de "cerrar su corazón" nos habla de que esa persona veía una y otra vez a su hermano en sufrimiento pero ni le importaba (de hecho en el original, la palabra para "ve" habla de mucho más que una mirada de paso). Matthew Henry comenta sobre cómo esa persona que se cierra habla de que esos bienes era lo que tenía en su corazón, por eso no se podía negar a sí mismo, porque no tiene a Cristo, sino que, en este caso, tiene a las riquezas. La pregunta del final del versículo parece bastante fuerte. Juan se refiere aquí de forma literal a lo que habla, una paráfrasis podría ser ésta: "¿Cómo puede morar el amor de Cristo en un lugar como este, totalmente inhabitable?" Simplemente no son compatibles una cosa con la otra.

Concluyendo, Juan nos deja una reflexión que a mí me hizo acordar a Santiago 2, cuando habla de que la fe produce obras. Así también, el amor produce hechos, se refleja. Y esto no sólo nos habla de nuestra forma de caminar, sino que también nos habla de nuestras motivaciones. La motivación para todo este mover, Juan siempre lo dejó bien en claro, es que somos hijos de Dios, que tenemos una nueva naturaleza, todo este amor simplemente surge, no es una forma de moverse forzada, eso simplemente no es amor. Debemos vivir de hecho y de verdad, reflejando a Cristo, pero ese hecho y verdad surge del amor. Como vimos antes de la serie, los dos principales mandamientos para Jesús son amar, porque justamente todo surge de allí. Los falsos maestros, el mundo, nunca podrán amar de verdad porque no son hijos de Dios. Y si, con lo que hoy en día se tergiversa el amor en la iglesia moderna, a veces da miedo hacer tanto énfasis. Pero debemos entender el verdadero amor bíblico, a eso nos llama Juan en este capítulo, a un amor que se refleja y surge de nuestra nueva naturaleza dada por gracia.

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