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Mero Moralismo

En el blog anterior terminamos nuestra serie sobre el libro de Filipenses donde vimos el llamado a gloriarnos en Cristo y cómo de allí es que toda nuestra vida surgiría. Continuando un poco con este pensamiento, hoy veremos cómo se aplica esto a la obediencia, ya que si obedecemos pero no nos estamos centrando en Cristo, entonces nuestra vida es un mero moralismo.

Blog 115: Mero Moralismo

"Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra." Ezequiel 36:26-27

Como cristianos estamos llamados a vivir como Cristo, justamente eso es lo que significa cristiano (pequeño Cristo). Vivir una vida de obediencia y piedad en este mundo caído es muy difícil. Sin embargo, hay muchos que intentan de manera sobrehumana vivir en santidad. Aún así, este esfuerzo en la obediencia muchas veces está mal. Y no, con esto no me estoy yendo a una perspectiva antinomianista donde no importa la forma en la que vivimos. No, efectivamente Dios nos manda a vivir en santidad y obedecer Su Palabra. Pero hay un problema muchas veces en el corazón cuando se obedece de esta forma. En este blog veremos cómo si obedecemos porque es lo que tenemos que hacer, entonces estamos cayendo en un mero moralismo.

Empecemos hablando de los imperativos. Un imperativo es una conjugación de un verbo que marca un deber o una orden. En la Palabra vemos un montón de imperativos, sin embargo estos se deben interpretar a la luz del resto de las Escrituras (como cada porción de la Biblia). En el blog "la santificación es del Señor" vimos esto aplicado a la palabra arrepentimiento. La Biblia pone como imperativo al arrepentimiento, sin embargo vemos en 2° Timoteo 2:25 que es Dios quien concede el arrepentimiento. Lo mismo vimos en el pasaje de ese blog con los versículos 12 y 13 del capítulo 2 de Filipenses. Dios demanda que trabajemos en nuestra santificación, pero seguido a eso dice que es Él quien produce en nosotros el querer como el hacer. Detrás de nuestra obediencia está Dios produciéndola, el problema es que como humanos queremos hacer cosas por nuestras fuerzas, pero así no es cómo funcionan las cosas en el Señor. Vemos en Efesios 2:10 que fuimos creados para buenas obras. Pero la mayoría se queda con esa parte del versículo en lugar de ver cómo sigue: "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas." Dice que las obras para las cuales fuimos creados, las preparó igualmente Dios de antemano. Y es que todo proviene de Dios. Esto es algo que Pablo tenía bien en claro en Romanos 7 cuando habla de que lo que no quiere, eso hace y justamente por eso necesitaba (y necesitamos) a Dios.

Entonces, los imperativos en la Biblia, si bien somos llamados a obedecerlos, esa obediencia se origina en Dios, y no en nosotros. Ahora, ¿cómo hace Dios para producir eso en nosotros? El pasaje de Ezequiel que leímos antes nos habla de esto. En estos versículos Dios promete la regeneración de nuestro corazón que vendría con Cristo y el Espíritu Santo para que entonces podamos vivir de acuerdo a sus mandamientos. Vemos entonces de vuelta el origen en Dios mismo. Jeremías 31:33 también habla de que Él escribiría Su ley en nuestros corazones, y de esto es de lo que habla también Ezequiel en el capítulo 36. Centrándonos un poco más en el tema del moralismo, aquí es cuando nace la diferencia principal. Mientras el moralismo obedece los mandamientos de Dios porque "es lo que está bien", porque "es lo que tenemos que hacer", la obediencia de la que nos habla Dios viene del corazón, de un corazón regenerado. Esto lo vemos desde la salvación. Recordemos la doctrina de la gracia irresistible. Esta doctrina (junto con la depravación total) habla de que somos malos en esencia, pero el Señor nos regenera haciendo imposible que no queramos estar con Él. Cuando el Espíritu nos regenera, no queremos hacer otra cosa más que arrepentirnos de nuestros pecados y seguirlo a Él. Esto mismo se aplica también a la santificación. Por nuestras propias fuerzas nunca podremos obedecer a Dios de forma sincera, pero es cuando Dios actúa en nosotros, cuando produce en nosotros el querer y el hacer, que Él lo hace posible. Y lo importante no es sólo el hacer (la obediencia), sino también el querer. Aquí es donde yace la diferencia más grande. La gracia irresistible no nos hace ir a Cristo a la fuerza, sino que produce en nosotros ese corazón de carne que quiere, desea, ir con su Salvador. Esta gracia irresistible también se aplica a la obediencia. Es por medio del corazón regenerado que le conocemos más y entonces queremos vivir acorde a Él. Mientras el moralismo lo hace por deber, el verdadero cristianismo lo hace por querer (querer que es producido por Cristo en nuestro corazón regenerado). Entre más conocemos y nos maravillamos de nuestro Señor, entonces más tendremos este deseo de vivir como Él quiere que vivamos.

Veamos otro ejemplo, esta vez en el Nuevo Testamento. 1° Juan 5:2-3 dice: "En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos." Vemos en el versículo 2 que primero viene amar a Dios y luego entonces guardar sus mandamientos. Esto mismo lo vemos en Juan 14:15 "Si me amáis, guardad mis mandamientos." Y es que sólo podemos guardar sus mandamientos de una forma verdadera cuando nos enamoramos de Dios. La obediencia no viene por obligarnos, sino que viene en respuesta de amar a Dios. El versículo 3 de 1° Juan 5 justamente habla de esto. Si tuviésemos que obligarnos a obedecer, y si tuviésemos que guardar Sus mandamientos en nuestras fuerzas, tarde o temprano nos cansaríamos. Primero porque es imposible obedecer la ley, y segundo porque es una carga imposible de llevar. Cristo vivió por nosotros la vida que nunca podríamos vivir, perfecto ante la ley, y ahora nosotros muchas veces nos queremos cargar con esa mochila de la ley tan pesada. No, sus mandamientos no son gravosos. Si obedecemos desde el corazón, por Su gracia, entonces sus mandamientos no serán una carga por el hecho de que querremos vivir así. La gracia irresistible, de nuevo. Mientras más nos enamoramos de Él, más querremos ser como Él y en consecuencia más gozosos viviremos según Sus estatutos.

Justo el día que estoy escribiendo este blog vi la portada del libro "Siervos para Su gloria" de Miguel Núñez, y abajo del título me llamó la atención la bajada que tenía diciendo "Antes de hacer tienes que ser". Si bien el pastor Miguel Núñez lo enfoca hacia el servicio, creo que esto es igualmente aplicable a nuestro tema de hoy. Y es que el hacer no tiene importancia sin el ser. Si un inconverso vive una vida piadosa, de nada sirve sin Cristo. De la misma forma, si un cristiano obedece, de nada sirve sin una motivación correcta, la cual es Cristo mismo, lo hacemos por amor a Él. Hay una canción de Hillsong llamada "Heart like heaven" o "Con el cielo" en español, la cual en la primer estrofa en inglés (en español no lo tradujeron de forma literal) dice: "Si buscaras la perfección, moriría intentando alcanzarla. Pero este corazón quebrantado es todo lo que quieres" Creo que esta parte de esta canción refleja muy bien los dos puntos que estamos analizando. Mientras el moralista intenta llegar a esa perfección en sus fuerzas, lo que Dios determinó para nosotros es un corazón sensible a Su Palabra, un corazón que reconozca que no puede y se entregue a Dios, que si bien es intencional, está totalmente enamorado y rendido a Dios, reconoce su propia debilidad y ve la grandeza de Cristo.

El moralismo es un gran problema dentro de la iglesia. Cuando nos concentramos en el "tengo que" es que dejamos de concentrarnos en Cristo. Y muchas iglesias, como congregación, se están dirigiendo a esto. Desde los púlpitos se escucha "tienes qué" una y otra vez, pero no se llama a un enamoramiento de Cristo. Recordemos que Dios no mira nuestras obras, sino nuestro corazón. Con nuestras obras podremos engañar a los hermanos, o hasta engañarnos a nosotros mismos pensando que estamos haciendo las cosas bien, pero a Dios no le podremos engañar. No debemos buscar hacer las cosas bien, sino que debemos buscar agradar a Dios. Y si, a simple vista estas dos cosas parecen sinónimos, pero no lo son. Mientras el primero se basa en las obras, el segundo se basa en Dios. El moralismo es muy peligroso porque hace parecer como si estuviésemos viviendo más cerca de Dios al vivir de forma "correcta", pero sólo nos aleja de nuestro Señor y del gozo de poder obedecerlo de una forma verdadera. Debemos tomar el ejemplo del que hablamos antes que nos dejó el apóstol Juan. Primero viene amar a nuestro Señor, y después es que podremos obedecerle. Pero no porque tengamos qué, sino porque deseamos hacerlo ya que Él mismo produjo ese querer como ese hacer por Su buena voluntad. Si vivimos perseguidos con lo que tenemos que hacer, si vivimos pensando constantemente en "tengo que vivir de acuerdo a la Biblia" entonces probablemente estemos viviendo un mero moralismo. Y es que acá también hay un error grande. La Biblia NO es un manual de instrucciones para enseñarnos cómo vivir. No, la Biblia es la revelación de Dios. Si se tratase de obediencia entonces Dios sí nos hubiese dejado un manual, pero como se trata de Él, nos dejó Su revelación para conocerle más. No se trata de ser buenos, sino que se trata de Cristo. La diferencia entre una persona que vive un mero moralismo, y un cristiano que tiene una obediencia correcta a los ojos del Señor, es que la persona moral hace las cosas por autodisciplina (algo que tarde o temprano dejará de poder sustentar), pero el cristiano obediente lo hace porque ha nacido de nuevo y está enamorado de su Señor. Y no, no siempre podremos vivir de esta forma, sino no pecaríamos más, y Dios permite el pecado en nosotros para hacernos crecer más. Pero justamente por esto es que debemos ser intencionales, pero no en obedecer, sino en conocer más a nuestro Salvador, es de allí que vendrá la obediencia. Recuerda, entre más le conocemos, más le podremos amar, y mayor deseo tendremos de vivir como Él. Deja de intentar ser santo en tus fuerzas y conoce más de tu Señor, quien producirá en vos el querer como el hacer, nos hará cada vez más santos, es por Él que viene la obediencia, no sale de nosotros. Concéntrate en Cristo, en enamorarte más de Él, es por medio de esto que podremos ser obedientes de corazón, como nos prometió el Señor en Ezequiel. La obediencia no debe venir por una intencionalidad a obligarnos, porque eso sólo lleva a un mero moralismo sin Cristo en el centro. Tenemos que tener mucho cuidado con el moralismo, la línea es muy delgada y muchas veces no sólo nos lo imponemos nosotros, sino que también se lo imponemos a otras  personas, cuando en realidad, a lo que nos deberíamos motivar unos a otros es al amor, al amor a Cristo, a enamorarnos más de Él. Entre unos y otros deberíamos motivarnos a ver a Cristo, no a vivir un mero moralismo

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