Continuamos con el estudio de la carta hacia los Filipenses. Hoy veremos en los versículos 12 al 18 del capítulo 2 cómo Pablo exhorta a los hermanos en Filipos a crecer en su santificación pero cómo igualmente esto viene por parte de Dios.
"12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. 14 Haced todo sin murmuraciones y contiendas, 15 para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; 16 asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. 17 Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. 18 Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo." Filipenses 2:12-18
El pasaje de hoy comienza con un "Por tanto", lo que nos indica que Pablo se está basando en todo lo anterior que dijo, así que hagamos un poco de memoria. En el capítulo 1 vemos como Pablo animó a los Filipenses a vivir en unidad y vivir a Cristo. Al principio del capítulo 2 vemos como el apóstol habla de que para permanecer en esa unidad es necesario humillarse, y para esto nos pone al ejemplo más claro de humillación: Cristo. Luego de este hermoso ejemplo de nuestro Salvador y ver la grandeza de Cristo es que ahora Pablo hablará de lo siguiente. El versículo 12 es una exhortación para seguir viviendo en obediencia a pesar de que Pablo no esté con ellos. Y es que muchos en presencia de sus pastores o en la iglesia sienten temor (en el buen sentido) y se comportan como unos santos, pero aquí vemos una exhortación a que no sea sólo allí. Y aunque por sí sola esta exhortación funciona bien, no la podemos desligar de ese "Por tanto". Es que al ver a Cristo, al ver el Evangelio, al ver el tremendo ejemplo de nuestro Salvador, nuestro corazón se debería sentir movido a obedecer. Si vemos el versículo 12 sin su contexto y tratamos de cumplirlo, lo único que haremos es caer en el moralismo, en ser obedientes porque "es lo que está bien". Sin embargo si lo vemos en su contexto, entonces obedeceremos por ver a Cristo, por enamorarnos de Él y querer ser justamente cristianos (pequeños Cristos).
El final del versículo 12 menciona "ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor" ¿A qué se refiere esto? Ciertamente no se refiere al momento de ser salvos por varias razones. Primero porque los destinatarios, como vemos en la carta, ya eran salvos. Segundo porque, como dice Jonathan Edwards "No aportas nada a tu salvación excepto el pecado que la hace necesaria", ya que como dice Salmos 3:8 y 62:1 "La salvación es del Señor", no hacemos absolutamente nada para ser salvos, es todo por gracia, no es por obras (Efesios 2:8-9), entonces ¿Cómo podríamos ocuparnos de la misma? Un tercer punto es porque lo que acá menciona es un proceso, sin embargo la salvación es un momento en el que Dios nos salva. Continuando con este tercer punto, es que podemos ver que no se refiere a la salvación sino a la santificación, la cual es un proceso que terminará en la glorificación y esta será la conclusión de la obra en nosotros, como lo vimos con Filipenses 1:6. Vimos que la obediencia de un cristiano entonces tiene que venir de un corazón humillado al ver a Cristo, y que debemos ser diligentes en esto (por eso el "ocupaos con temor y temblor"). Ahora, ¿cómo es que podemos obedecer de tal forma, vivir así? Bueno, no podemos, de vuelta, si lo intentamos en nuestras fuerzas va a ser simplemente moralismo, y es por esto que ahora vendrá el versículo 13 con la respuesta. Nosotros podemos obedecer porque Dios nos hace obedecer. El versículo 13 nos habla de cómo es Dios el que produce en nosotros, no sólo el deseo, sino hasta el mismo hecho de obedecer. Quizás esto es complicado de entender, porque a nuestros ojos somos nosotros los que le estamos obedeciendo, pero tenemos que tener bien en claro que es Dios quien está detrás de eso. Veámoslo con un ejemplo, y creo que el mejor (y quizás único) ejemplo para ilustrar esto es nuestra salvación. La Biblia está llena de imperativos mandando a los hombres a que se arrepientan (Hechos 17:30 por ejemplo). Sin embargo, como vimos antes, la salvación es del Señor, y vemos en versículos como 2° Timoteo 2:25 que es Dios mismo el que nos concede el arrepentimiento. Y si profundizamos un poco más en teología veremos que Dios primero nos hace nacer de nuevo para que entonces nosotros podamos arrepentirnos y creer (ver blog sobre la depravación total). Llevado esto a la santificación, la Biblia está llena de imperativos de cosas que debemos hacer, pero, al igual que con el arrepentimiento, es Dios mismo el que lo produce. Así como nuestro arrepentimiento y fe nace en Dios, nuestra obediencia también. Y estamos seguros que Él lo hará porque dice que esto viene por su propia voluntad, porque Él quiere. Si bien podemos caer, esto Dios lo permite para que aprendamos a depender más de Él, todo es parte de su plan en nosotros, de su buena voluntad. Dios no hizo semejante obra en el Evangelio para después dejar que nuestro crecimiento espiritual dependa de nosotros, no, sigue dependiendo de Él (1° Corintios 3:6-7). Muchas veces queremos que algo se centre en nosotros, queremos hacer algo, pero no podemos hacer nada, y eso a veces es difícil de comprender. Podemos estar muy seguros quizás de esto en la salvación, pero en la santificación nos cuesta mucho más entenderlo, mismo entre los reformados. Veamos lo que dice la confesión de fe de Westminster:
"La capacidad que tienen los creyentes para hacer buenas obras no es de ellos de ninguna manera, sino completamente del Espíritu de Cristo. Y para que ellos puedan tener esta capacidad, además de las gracias que han recibido, se necesita la influencia efectiva del mismo Espíritu Santo para obrar en ellos tanto el querer como el hacer por Su buena voluntad; sin embargo, ellos no deben degenerar en negligencias, como si no estuvieran obligados a obrar aparte de un impulso especial del Espíritu, sino que deben ser diligentes en avivar la gracia de Dios que está en ellos."
Si bien, al igual que con la salvación, esto no descarta la responsabilidad humana, debemos esforzarnos, pero lo que importa es que la iniciativa siempre estará en Dios, y esto es algo que le glorifica aún más, porque le podemos agradecer aún de las cosas que hacemos bien, ya que esto surgió en Él. Como en la salvación, no podemos entender como entra lo que Dios hace y la responsabilidad humana en armonía, pero así como la salvación es 100% de Dios, ni siquiera un 1% es nuestro, la santificación también. Y así como tenemos imperativos para la salvación, también tenemos para la santificación, y esto es lo que veremos en los versículos siguientes, pero siempre recordando los versículos anteriores. El versículo 14 nos habla de obedecer "sin murmuraciones y contiendas". Esto en su original habla de quejarse y cuestionar. Ahora, viéndolo en el contexto tiene sentido, porque si hacemos las cosas con un corazón humillado como el de Cristo, porque Dios lo está produciendo en nosotros, no obedeceremos de mala gana. Si hacemos las cosas de mala gana, pero obedecemos, esto es justamente el moralismo que no es santificación, es simplemente hacer lo correcto, pero Dios mira el corazón. Cuando hacemos las cosas de corazón (de nuevo, porque Dios lo está produciendo), es entonces que podremos ser irreprensibles. Y esto no habla de ser perfectos, sino de que no tengan nada en nuestra contra, ya que justamente si lo hacemos de corazón, esa será nuestra manera de vivir. Y si esa es nuestra manera de vivir, entonces es que podremos ser "luminares en el mundo". Ahora, esto viene porque estamos "asidos de la Palabra de vida". Esta palabra "asidos" habla de aferrarse a algo, de retener, y también de cuidar. La "Palabra de vida" podría ser tanto el Evangelio como Cristo mismo (la Palabra encarnada), pero creo que se puede aplicar a los dos de la misma forma. Nos debemos aferrar a esta Palabra; cuidarla en el sentido, quizás no tanto de proteger, sino de guardarla, de vivir acorde a Ella (sea Cristo o el Evangelio, el resultado es el mismo).
Terminando con el pasaje, Pablo nos va a mostrar cómo si él los ve viviendo de esta forma, ocupándose de su santificación (por el poder de Dios), le iba a provocar gran gozo ¿Por qué era esto? Porque Pablo se había derramado en ellos, había dedicado su vida para el servicio para con sus hijos espirituales. Pablo había invertido su vida en formar a Cristo en otras personas, a esto se refiere el versículo 16 y 17. Y aquí volvemos al tema de la unidad que tanto hablaba Pablo. En la unidad de la iglesia, debemos gozarnos por ver a personas crecer en su santificación, ver cómo Dios está produciendo en ellos el querer como el hacer, ver como reflejan que se están aferrando a la Palabra de vida y lo muestran para con el mundo. Este era el sentir de Pablo y es el que nosotros debemos tener para con nuestros hermanos.
En conclusión, nuestra santificación es 100% del Señor, pero eso no quita que no debemos ser diligentes. Sin embargo, esa diligencia no viene tanto por forzarnos a obedecer, lo cual sería moralismo, sino por ver a Cristo. Debemos esforzarnos en conocer cada día más a Cristo, verle y maravillarnos de Él. Es cuando nosotros hacemos esto que podremos obedecer con un corazón sincero, no porque "tengamos que" sino porque queremos, ya que Dios produjo el querer y producirá el hacer. Esto es lo que en la salvación llamamos gracia irresistible pero aplicado en la santificación. La verdadera obediencia viene de un corazón humillado como lo tuvo Cristo "haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". Concéntrate en una relación con tu Salvador, y Él te irá transformando a su imagen, Él te irá santificando. Si "obedeces" los imperativos de la Palabra por tus propias fuerzas, entonces es simplemente moralismo. Si al "obedecer" te quejas, o no te gusta hacerlo, entonces no estás obedeciendo, porque no está saliendo eso de tu corazón regenerado por Dios. Aférrate a la Palabra para conocer más al Verbo encarnado, poder ser moldeado como Él, y mostrar esto al mundo caído en el que vivimos. Y si ves que Dios lo está haciendo en un hermano, gózate con Él. Al igual que Pablo, lo mejor que podemos hacer es derramar nuestras vidas, desgastarnos, en que Dios nos use para que otros puedan ver a Cristo así, ya que si fue porque Dios lo produjo en nosotros y en ellos, tenemos una razón más para gozarnos, no en lo que hicimos, no en lo que los hermanos lograron, sino en la obra santificadora de nuestro Dios. Recuerda: La santificación es del Señor, ¡DALE GLORIA!
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