Cuando una persona llega nueva a la iglesia, o se empieza a integrar a nuestro grupo, por más de que la persona diga que es cristiana, una pregunta que se está haciendo muy frecuente es si será salva o no. Hoy vamos a ver qué es lo que dice, y lo que no dice, la Biblia al respecto.
Cada vez esta pregunta está ganando más terreno ¿Por qué? Primero fue por el hecho de que muchas personas están saliendo de iglesias totalmente herejes hacia la sana doctrina, y sabemos que en esas iglesias no toda la gente es salva ya que no se predica el Evangelio. Pero esta pregunta empezó primero dirigida hacia las personas que seguían yendo a esas iglesias y creyendo esas cosas. Luego de esto se pasó a cuestionar a las personas que salieron de allí, y hoy en día se escucha que se cuestiona hasta a personas que llegaron a la sana doctrina pero que vemos cosas en su vida que no se adecuan al estándar que tenemos de un cristiano piadoso. Esta pregunta tiene como objetivo saber si realmente una persona es cristiana, cuestionando así su salvación en base a las cosas que hacen. Veamos qué es lo que dice la Biblia al respecto.
Primero que nada tenemos que tener algo bien en claro, sólo Dios conoce los corazones de las personas y quiénes son sus hijos. Vemos esto en David, todos buscaban al rey de Israel según las cosas externas, pero sólo Dios sabía lo que había en el corazón de él (1° Samuel 16:7). Ante esto, muchos se basan en los frutos para poder decir si una persona es salva o no usando el versículo de Mateo 7:20 donde dice "Así que, por sus frutos los conoceréis". Este pasaje, para justificar el dudar de la salvación de una persona, está totalmente sacado de contexto. Si leemos desde el versículo 15, Jesús está hablando, no de todas las personas, sino solamente de los falsos maestros. Cada vez que la Biblia duda de la salvación de una persona era porque esta era un falso maestro, no una persona común. Los frutos de un creyente son los que vemos en Gálatas 5. Leamos este pasaje y analicémoslo un poco más.
16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. 18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. 24 Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
El pasaje habla de actitudes que son de la carne y actitudes que son propias del Espíritu. Cuando habla de "Andad en el Espíritu", ese "andad" habla de algo continuo y progresivo. Sin embargo, sabemos que la vida cristiana no siempre es una línea hacia arriba, caemos muchas veces. Lo vemos por ejemplo en Pedro, quien estaba teniendo un crecimiento impresionante con el Señor pero luego lo niega 3 veces y vuelve a ir de pesca. Si bien la carne y el Espíritu se oponen, la realidad es que en nosotros todavía habitan las dos, no hemos sido glorificados. La diferencia está de que gracias a la obra del Espíritu ahora podemos no escuchar a nuestra carne y justamente andar el en Espíritu. Por esto es que dice que no debemos satisfacer los deseos de la carne, porque evidentemente seguimos teniendo a la carne, pero ahora también tenemos al Espíritu. Luego habla de los frutos del Espíritu, los cuales, si fuésemos a dudar de la salvación de una persona en base a sus frutos, estos son esos frutos. Pero la realidad es que hasta que estemos glorificados no vamos a poder estar manifestando todo el tiempo estos frutos, con lo cual, mediante ellos tampoco podemos decir si una persona es salva o no. ¿Quién puede decir que vive de una forma constante manifestando esos frutos? Debemos ser más como Pablo considerándonos nosotros mismos los mayores pecadores en lugar de ver a los otros.
La realidad es que no somos quiénes para decir si una persona es salva o no, ni para asegurar ni para negar. Sólo podemos ver si la persona realmente entiende el evangelio de corazón, si hay un arrepentimiento que muestra que le duele su pecado. Obvio que con esto no vamos a estar llamando cristiano a cada persona que sabe de manera intelectual el evangelio, pero debemos movernos con cuidado en ambos sentidos. Un ejemplo que me encanta es el de Judas iscariote. Judas claramente no era cristiano, lo vemos en la Palabra, pero cuando Jesús dijo en aquella última cena que uno lo iría a traicionar ninguno de los apóstoles empezó a acusarse entre sí, sino más bien empezaron a preguntarse entre ellos "¿Seré yo?" (Marcos 14:19). La Biblia no invita a examinar a otras personas, sólo a nosotros mismos. Y es irónico que muchas veces se cuestiona la salvación de una persona más liberal y de una persona totalmente legalista no. Está bien, quizás el liberal no está haciendo las cosas bien, pero puede igualmente conocer al Señor. El legalista puede parecer muy piadoso por fuera, pero quizás en su interior no se apoya en Cristo, sino en sus obras, y con esto no cree el Evangelio. Con esto no quiero decir que dudemos del legalista también, sino todo lo contrario, no somos quienes para dudar de la salvación de nadie. Dejemos de ver la paja en el ojo ajeno. Hay dos doctrinas que debemos tener bien en claro. Primero la depravación total, recordemos que nosotros nunca buscaríamos a Dios si no fuese por Él, y si bien esto es en un principio para nuestra salvación, a lo largo de nuestra vida cristiana es Dios el que debe poner en nosotros así el querer como el hacer ya que todavía no estamos glorificados y tendemos a desviarnos, con lo cual no hay cristiano perfecto. Luego debemos entender de forma correcta la perseverancia de los santos, la cual no nos habla de una vida en constante crecimiento, sino que en el medio podemos caer aunque no para siempre. ¿Cuántos se hubiesen preguntado con David si realmente era salvo en su pecado de adulterio y asesinato?¿O con Pedro en su negación a Cristo?
Para terminar, no sólo no está bueno hacer esa pregunta por el hecho de que no somos quiénes para dudar de la salvación de las personas, sino también por el hecho de que si la persona es salva pero está pasando por un mal momento, o recién se convierte, puede ser de tropiezo, cuestionándose él mismo si es salvo o no, no porque no lo sea, sino porque es débil en la fe y los hermanos, en lugar de ser de edificación y ayudarlo, son de tropiezo. Esta pregunta hace que la persona deje de ver a Cristo para confiar en su salvación y se empiece a ver a sí mismo, algo totalmente contrario al Evangelio donde debemos verlo sólo a Él. Dejemos de hacer esta pregunta que no edifica en lo más mínimo. Si vemos que una persona no está viviendo de una forma piadosa, en vez de dudar de su salvación y cuestionarla debemos intentar edificar a la persona, repasando el Evangelio el cual no es sólo para nuestra salvación sino para nuestra santificación, ya que viviremos de una forma más parecida a Cristo por lo que Él ha hecho en la cruz. Si una persona viene de una iglesia hereje, no dudemos de su salvación, sino empecemos a enseñarle la sana doctrina y ser de edificación. Si una persona asiste a una iglesia que no predica el Evangelio y dice ser cristiana, en lugar de dudar directamente de que sea salva, repasemos el Evangelio, quizás la persona lo sabe de una forma básica por los pasajes que ha escuchado o leído de la Biblia, con lo cual debe profundizar en el mismo y con el tiempo se dará cuenta de que lo que escucha en esa iglesia no es el Evangelio. Dudar de la salvación de las personas no edifica, lo que edifica es el Evangelio, dejemos de hacer esta pregunta de tropiezo y comencemos a conversar más sobre Cristo.
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