Vivimos en un mundo donde la tristeza en las personas se está volviendo algo muy común. Ante esto la cantidad de psicólogos está creciendo exponencialmente, pero ¿es siempre la tristeza mala, algo contra lo cual debemos combatir? Hoy veremos que no siempre es así.
Primero que nada veamos qué es la tristeza. El diccionario lo pone de la siguiente manera: "Sentimiento de dolor anímico producido por un suceso desfavorable que suele manifestarse con un estado de ánimo pesimista, la insatisfacción y la tendencia al llanto." Viendo esta definición es difícil ver algo de bueno en la tristeza. En la Biblia, en el griego original, la palabra que se usa es "lúpe" que si bien se traduce como tristeza, su significado literal es dolor. De hecho, esta misma palabra es usada como dolor de parto en Juan 16:21. Ahora, ¿es siempre el dolor malo? No, el dolor viene por parte del sistema nervioso indicándole al cuerpo que en esa zona hay algo mal y que el mismo intente solucionarlo. Si bien no es algo lindo sentir dolor, es algo necesario para sanar. Cuando hablamos de la tristeza es exactamente igual, la misma nos indica algo con lo que no estamos conformes, pero esta puede ser pasivo (sin hacer nada al respecto) o activo (produciendo que intentemos cambiarlo).
Si hablamos de tristeza en el creyente, hay un pasaje clave sobre el cual nos estaremos basando en este blog. Estamos hablando de 2° Corintios 7:8-11, que dice:
"Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó.
Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.
Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.
Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto."
En este pasaje vemos el resultado de la primer carta hacia los corintios en aquella iglesia. La primer carta es una de las más duras del Nuevo Testamento, ya que Pablo se concentró allí en confrontar con sus errores a sus hermanos de esa iglesia, aunque siempre con amor, queriendo corregirlos para que ellos estén bien (2° Corintios 2:4). Ante estas amonestaciones, la iglesia fue contristada. Hoy en día, si uno dice algo que entristece a una persona, pero lo que dijo está bien y era para ayudarlo, muchas veces igualmente la persona se disculpa por hacerlos sentir mal. No es el caso de Pablo aquí, sino que para nuestra sorpresa, Pablo se gozó de que los corintios se hayan puesto tristes. Y si, al principio estuvo a punto de pedir perdón por eso pero esto fue hasta que vio que esa tristeza dio un fruto hermoso. Los corintios no se pusieron tristes por las duras palabras de Pablo, tampoco por haberlo decepcionado, sino porque vieron su pecado. A su vez, vemos que esta tristeza por el pecado, no vino ni más ni menos que de Dios mismo. Recordemos que es Dios quien nos convence de pecado, y no sólo para nuestra salvación, sino a lo largo de toda nuestra vida.
El versículo 10 es donde vemos la diferencia entre una tristeza que es algo bueno y una que no lo es, la cual tiene el mundo. La tristeza buena viene de Dios cuando nos confronta con nuestro pecado y, gracias a la regeneración que hizo el Espíritu Santo en nosotros, nos sentimos mal al respecto. Ahora esto no siempre es tristeza, muchas veces puede ser simplemente remordimiento por saber que hacemos algo mal ¿En dónde está la diferencia? En lo que producen. El remordimiento suele ser pasivo. Esto significa que te hace sentir mal pero no haces nada al respecto, o quizás sí lo intentas pero en tus propias fuerzas, con lo cual eventualmente nos daremos por vencidos o no llegaremos a ningún lado. La tristeza genuina por arrepentimiento es totalmente activa, pero no porque nos haga luchar a nosotros, sino porque nos hace ver la cruz y es gracias a eso que se producen los frutos que vemos en el versículo 11. Con lo cual debemos abrazar esa tristeza, porque nos conduce a Dios, a eso se refiere Pablo cuando dice "de que no hay que arrepentirse". Primero vemos que produjo solicitud, o más bien la traducción sería diligencia. MacArthur dice que "esta es una actitud que pone fin a la indiferencia frente al pecado". Luego dice que produjo una defensa, pero de vuelta, siempre todo esto creando principalmente una dependencia hacia Dios, con lo cual esta defensa es mas bien una súplica hacia Él, pidiendo que nos cambie. Sigue diciendo que produjo indignación, esto como causa de ver lo horrible del pecado pero también viendo que no podemos por nosotros mismos, entonces nos rendimos en dependencia a Dios. Y a partir de ahora vemos como esto causó que los corintios se acerquen más a Dios en temor a Él, un deseo muy fuerte por dejar el pecado, celo por las cosas del Señor y finalmente vindicación y limpieza, mostrando como Dios los sacó de allí.
Ahora, nosotros vemos en la Biblia como si hubiese sido algo instantáneo ese cambio producido por la tristeza, pero la realidad es que entre una carta y la otra hubieron unos cuantos meses. Muchas personas se ponen tristes justamente porque no ven estos frutos del arrepentimiento en el plazo que a ellos les gustarían. Pero esto no nos debe desmotivar, sino que debemos usar esa tristeza, que, de nuevo, viene por parte de Dios, para seguir suplicando y dependiendo de Dios. Y todo esto no sólo lo vemos en los hermanos en Corintios, sino que también, por ejemplo, lo vemos en el pueblo de Israel en Esdras 10. El pueblo había pecado al juntarse con mujeres extranjeras, y Esdras va delante de Dios a confesar el pecado del pueblo. Entonces, vemos que mientras él hacia esto "llorando y postrándose delante de la casa de Dios", el resto del pueblo se le sumó a hacer lo mismo en la misma actitud. Fue cuando hicieron esto que pudieron ver que todavía había esperanza en Dios y dejaron su pecado queriendo comenzar a agradar al Señor.
La tristeza nos marca algo que no está bien, con lo cual en lugar de concentrarnos en nosotros, o buscar escapes, o ir al psicólogo, debemos ver a Cristo y depender de Él. No digo que siempre la tristeza sea por pecado, puede ser por circunstancias por las que no nos gusta atravesar, pero igualmente se aplica el mismo principio, debemos ver a Cristo en esos momentos. Debemos usar la tristeza para ir en súplica delante de Dios, la tristeza es una gran herramienta que nos lleva a Dios. Creo que muchos pensarán igual que yo cuando digo que los mejores momentos de nuestra oración hacia Dios es cuando al igual que Esdras nos postramos delante de Dios, rendidos y en llanto, yendo en dependencia a Él ante nuestras situaciones o nuestra lucha contra el pecado. La tristeza para el cristiano es algo bueno porque si hacemos lo correcto, esta nos llevará a ver a Cristo. Pero cuando la tristeza pasa, también debemos tener cuidado de no volvernos atrás, sino seguir dependiendo de Él. Sin embargo, para el mundo, para una persona que no es cristiana, como dice el versículo 10 de 2° Corintios 7, la tristeza lleva a muerte, y no, Pablo no habla de los suicidios que hay por depresión, sino que habla de que en una persona no cristiana, la única tristeza que la puede salvar es la que viene por parte de Dios para arrepentimientos de sus pecados por medio del evangelio. Si una persona no siente esto, no se arrepiente, no cree en Cristo, seguirá su rumbo al infierno. Toda tristeza debe llevarnos a ver a Cristo, con lo cual, la tristeza pasa a ser una muestra más de Su gracia.
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