Uno de los privilegios más grandes que tenemos como hijos de Dios es poder servirle, por eso hoy vamos a profundizar en el tema, viendo cómo es que deberíamos hacerlo.
Si pensamos en ejemplos de la Biblia acerca del servicio, además de Jesús, la figura que nos viene a la mente es la de la tribu de Leví en el Antiguo Testamento. Esta tribu fue tomada por Dios para que le sirvan en Su templo ¿Por qué? Bueno, como sustitutos de todos los primogénitos de Israel, ya que debían ser entregados a Dios a razón de la décima plaga de Egipto (Números 3:12-13). Entonces en lugar de los primogénitos de todo Israel, Dios tomó a toda la tribu de Leví. Pero ¿Por qué a esta tribu en vez de cualquier otra?¿Qué es lo que hizo esta tribu para ser tomada por Dios? La respuesta la encontramos en Éxodo 32, la caída con el becerro de oro. Cuando Moisés volvió y vio todo ese caos preguntó "¿Quién está por Jehová?" y los únicos que respondieron fueron los levitas. Ante esto Dios les dijo por medio de Moisés que pasen la espada por el campamento, matando cerca de 3.000 hombres. Luego de esto es que vemos en el versículo 29 la razón de todo esto. Dice que al hacer esto los levitas se habían consagrado ante Jehová y que Él les iba a dar bendición. Bueno, esa fue la bendición, ser tomados por Dios para servirle. De hecho, una y otra vez vemos en el Antiguo Testamento que la tribu de Leví no tenía heredad, no tenía tierra propia, ya que su heredad era Dios, servirle a Él. Si bien hoy en día, pocos pueden servir de tiempo completo a Dios, todos los que somos miembros de una iglesia local tenemos la posibilidad de servirle en algún momento. Y es allí donde debemos acordarnos de los levitas, de cómo a ellos se les dio el servicio como un privilegio, una bendición, de hecho en Números 18 dice que es un don de Dios, un regalo. Esto es lo que tenemos que tener siempre en mente cuando servimos, que es un privilegio, y que Dios no necesita que lo hagamos, nosotros necesitamos hacerlo, es nuestro regalo, es una bendición para nosotros.
Este es el sentir que siempre debemos tener al servirle, y en consecuencia es que vamos a poder aplicar lo que Pablo nos dice en Romanos 12:11 "En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;". Hay tres frases que destacan en este versículo que quiero que veamos concernientes al servicio. Primero dice que "requiere diligencia". La palabra diligencia en el original es la palabra "spoudé" que habla de algo que se hace rápidamente, con velocidad. Cuando decimos esto lo que se nos viene a la mente es que cuando las cosas se hacen rápidas no se hacen bien, pero es todo lo contrario. Es algo que se hace urgido pero que se hace bien, con cuidado pero dando lo mejor, ese es el sentir. Luego dice "no perezosos". Con lo que dijimos anteriormente parece como si fuese un refuerzo de lo anterior, ya que uno o es diligente o es perezoso, y si bien la traducción habla de que es algo que se hace lento, es más bien algo que se hace sin ganas, que es molesto, que se hace pesado, y en consecuencia se hace mal. Esta misma palabra se utiliza en Filipenses 3:1 cuando Pablo dice que no le es molesto escribirles, no era un peso para él. Pensando en esto, el servicio no debe ser una carga, no debe ser algo que nos molesta hacer, sino todo lo contrario, y aquí es cuando llegamos a la última frase "fervientes en espíritu". La palabra "fervientes" es la palabra "zéo" que en realidad significa hervir. Esto nos habla de algo que nos quema por dentro, algo que entonces se hace con pasión. No es algo hecho así nomás, sino que es algo que se hace con gozo.
Otro versículo que me encanta es Colosenses 3:23 "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;". Si bien el pasaje está hablando del trabajo, si de esta forma debemos trabajar ¿cuánto más entonces se aplica en el servicio? Como vimos en el pasaje anterior, debemos dar lo mejor para el Señor, hacerlo de la mejor forma. Recuerdo cuando llegué al instituto bíblico y me iban a asignar el área donde iba a estar sirviendo todo ese año. Yo pensaba que con las cosas que sabía me iban a mandar a servir al área de multimedia. Pues no ¿Adivine dónde estuve sirviendo todo mi primer año del instituto bíblico? Limpiando los baños de los edificios donde vivíamos cerca de 250 hombres. Claramente al principio no me gustó para nada, pero Dios puso hombres de ejemplo en mi vida. Recuerdo una de las grandes amistades que hice allí, era un chico que había venido hace 6 meses de Alemania, y se convirtió al poco tiempo de llegar al lugar, había ido por la aventura de aprender español y vivir allí pero se chocó con la cruz. Nos pusieron a servir juntos varias veces, nunca me voy a olvidar con la alegría que él iba a limpiar los baños. Y ahí estábamos, yo, un chico con casí 4 años de creyente renegando por tener que limpiar el baño, y un alemán que se había convertido hace 5 meses limpiando con una sonrisa en su cara. Me costó mucho, pero luego comencé a verlo como lo que era, como lo que era para los levitas, un privilegio de poder servir a un Dios tan grande como el que tenemos. Finalmente, Dios movió los hilos y comencé a servir en multimedia cuando necesitaban personas y en la biblioteca, pero lo que aprendí limpiando los baños no lo aprendí en ningún otro lado. Había podido aplicar Colosenses 3:23 en lo que estaba haciendo, y eso no lo cambio por nada. Recuerdo también a otro chico de Honduras que estaba conmigo, el cual había dejado un puesto importante en un banco para estudiar en el instituto y ahora estaba limpiando baños. Siempre que terminábamos de limpiar se ponía a repasar todo y ver los pequeños detalles en el baño, y él decía "Quizás los que vengan a usar no lo noten, pero mi Dios lo ve y quiero darle lo mejor".
El servicio a Dios es algo hermoso. Es algo que debemos hacer para dar gloria a Dios, y si es algo para Dios, debemos dar lo mejor de nosotros. Debemos tenerlo como una prioridad en nuestras vidas, porque si bien muchos no podemos hacerlo a tiempo completo como lo hacían los levitas, tenemos igualmente la posibilidad de servirle, y eso es algo enorme. Les cuento una última historia. Esta es de un viaje misionero que hice a Paraguay ese primer año del instituto. Estábamos día y noche sirviendo, ayudando en la iglesia, evangelizando, compartiendo con hermanos, etc. Al día siguiente que terminó el viaje fuimos a servir a un campamento en Paraguay y luego de 28 horas de viaje en micro fuimos a otro campamento que organizaba el instituto aquí en Argentina. Nuestros cuerpos no daban más, hasta había bajado de peso, pero siempre nos íbamos a dormir con una sonrisa, porque estar cansado, desgastado, por servir al Señor es lo más hermoso que puede haber. Y si, no todo va a ser siempre color de rosas, vamos a tener malos pensamientos en el medio, días en los que luchemos bastante, pero siempre debemos tener en cuenta, como los levitas, que es algo que Dios nos da, una bendición, y como Pablo dice en Romanos y Colosenses, debemos hacerlo con lo mejor que tenemos, pensando siempre que es para Dios, y no para las personas, ni siquiera para las personas de la iglesia, es para nuestro Señor quien dio a su Hijo por nosotros.
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