Veía a los prevaricadores, y me disgustaba,Porque no guardaban tus palabras.Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos;Vivifícame conforme a tu misericordia.
El corazón del salmista es claro. Él amaba la Palabra de Dios, y esto es lo que provocaba el celo. Un buen ejemplo de celo también en el Nuevo Testamento es Saulo. Si, leyó bien, Saulo, no Pablo. Filipenses 3:6 dice "en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia...". Saulo, amaba de tal manera su religión judía que se enfurecía con los cristianos por alterarla y decir, según él, herejías. Esto fue llevado a tal punto que era perseguidor de la iglesia. Este extremo se dio claramente porque no tenía a Cristo. Es el mismo celo que hoy en día tienen los musulmanes y algunos budistas que persiguen a cristianos. Ellos aman tanto su religión que no pueden ver que los cristianos digan semejantes cosas. En estos casos, de vuelta falta Cristo. Entonces, nosotros que sí tenemos a Cristo ¿cómo deberíamos actuar?
Ciertamente primero debemos tener el factor común que tienen todas estas personas con celo, la pasión, el amor. Si no estamos apasionados por la Palabra de Dios, va a ser muy difícil que realmente tengamos un celo genuino por la misma. Aquí es cuando volvemos al Salmo 119. El salmista escribió el salmo más largo sobre la Palabra de Dios. Igualmente hay que diferenciar algo, el salmista no está adorando a la Palabra de Dios, sino al Dios de la Palabra. La Biblia no es Dios, es su Palabra y lo que Él decidió revelarnos, pero no se reveló completamente allí, sería imposible expresar a nuestro infinito Dios en palabras, aún así es increíblemente rica y es todo lo que Dios asegura que necesitamos conocer de Él en esta vida. Entonces, amamos la Palabra porque Dios se nos revela a través de ella. Si queremos amar a Dios, debemos conocer a Dios, y si queremos conocer a Dios entonces debemos conocer la Biblia. Es imposible tener celo por algo sin conocerlo.
Una vez que conocemos y amamos la Palabra porque Dios se nos revela a través de ella, es entonces que viene nuestra reacción distinta a la de Saulo. Cómo vemos en el corazón del salmista, su corazón ardía cuando se mal usaba la Palabra. Hoy en día, cuando escuchamos alguna de esas herejías que andan circulando, si realmente amamos y nos apasionamos por la Palabra, debería producir algo en nuestros corazones, nunca indiferencia. Recuerdo cuando iba a una de estas iglesias modernas que predicaban todas estas herejías, evangelio de la prosperidad, declarar cosas, profetizar, etc. Recuerdo que cuando el Señor ya me había abierto los ojos, no podía escuchar un mensaje completo, entonces me paraba y me iba, a veces llorando. Pero este sentimiento no solo venía por lo que mis oídos escuchaban en ese mensaje, sino que también venía por lo que mis ojos veían: una iglesia repleta tragándose las mentiras de ese "pastor". El celo por la verdad, por la Palabra de Dios, debe estar si o si acompañado por compasión. Compasión no tanto por los falsos maestros, de hecho los apóstoles no paraban de denunciarlos en sus cartas y de anunciarles su futuro de perdición (aunque al hacer esto también había algo de compasión), sino compasión por las personas que los siguen. Mismo Jesús hizo esto, a los fariseos los reprendió una y otra vez, pero por el resto tenía compasión, de hecho cuando llegó Nicodemo con dudas acerca de lo que enseñaban los fariseos, Cristo no lo reprendió, sino que le mostró la verdad y enunció el versículo más conocido de la Biblia (Juan 3:16). Esto es lo que nos diferencia de Saulo, los musulmanes, etc. Estos, por el celo a su religión, salían a matar a los que seguían otras cosas, pero nosotros a los que siguen estas cosas, debemos verlos con compasión y mostrarles la verdad. Muchas veces, nos concentramos tanto en la sana doctrina que vemos con rechazo a los pentecostales, carismáticos, u otras denominaciones. Si usted hace esto, déjeme decirle que lo que tiene no es celo por la verdad, es orgullo que se gloría en tener la verdad, cuando ni siquiera fue usted quien se abrió los ojos, fue Dios. Si usted realmente tiene celo por la verdad, por la Palabra de Dios, va a ver a estas personas con compasión, queriéndolos alejar de toda esa falsa enseñanza y traerlos a la verdadera doctrina. Es lo que Judas marca en su carta, comienza con contender ardientemente con la fe, expone a los falsos maestros y cierra el tema hablando de que a los que dudan, los rescatemos.
Ahora, si volvemos a ver la definición de celo, dice que es un interés ardiente y activo, no es pasivo. El celo es algo que nos quema por dentro y ante eso no nos quedamos pasivos, sino que actuamos. De hecho, tanto la palabra en el latín como en el griego habla de que es algo que hierve, un ardor. Cuando vemos que la Palabra se utiliza de una forma errada ¿Nos provoca algo o somos indiferentes? Y si nos provoca ¿estamos haciendo algo al respecto?¿estamos contendiendo ardientemente por la fe? Como vimos en el blog anterior sobre las redes sociales, las mismas están plagadas de falsa doctrina, si realmente tenemos celo por la verdad, este es el momento cuando menos debemos quedarnos callados y más compartir de la verdad, no por ganar un debate ni nada, sino por compasión hacia aquellas personas cegadas. El celo no es algo pasivo, sino activo, debemos compartir de la verdad. Si el celo fuese pasivo, muchas de las cartas del Nuevo Testamento no las tendríamos, ya que muchas se escribieron para mostrarles la verdad a hermanos que estaban siendo engañados por falsos maestros. También muchos profetas del Antiguo Testamento no hubiesen hecho ni la mitad de cosas que hicieron.
En conclusión, el celo por la Palabra de Dios viene de amarla y conocerla, y esto provocará que veamos al mundo con compasión por no tenerla, pero no una compasión que se queda sólo ahí, sino que se esfuerza por mostrar la verdad.
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