La Biblia dice que el Espíritu Santo es las arras, la garantía, de nuestra herencia celestial, nuestra salvación (Efesios 1:14). Por lo tanto, estudiar acerca de como Él se relaciona con nosotros es algo crucial para estar firmes. Hoy quiero que veamos justamente como era la relación entre el Espíritu de Dios y los hombres antes y después de Cristo.
Cuando vamos al Antiguo Testamento podemos ver que el Espíritu Santo venía sobre las personas. Esto lo podemos ver, por ejemplo, en cada uno de los jueces de Israel. En el Hebreo hay 3 palabras distintas que se usan para esto, una que significa literalmente "descender encima"; otra que habla de empujar, en el sentido de dar poder; y otra significa vestirse. Indiferentemente de cual se use, el sentido general es el mismo, el Espíritu venía para capacitar/ayudar a la persona a hacer algo que no podría por su cuenta, como en el caso de los jueces, o cuando personas profetizaban. Sin embargo esta vestidura del Espíritu Santo era temporal, una vez cumplido su objetivo, o si la persona entraba en pecado (como Saúl) el Espíritu se iba. Esto era para ciertos hombres, en ciertos momentos, para ciertos propósitos.
Sin embargo, ahora, después de Cristo, la Biblia dice que el Espíritu mora en nosotros (Romanos 8:9, 11; 1ª Corintios 3:16). La palabra en el original para morada es en el griego la palabra "oikéo" que significa "habitar, permanecer, quedarse". Juan 14:16-17 dice que, si tenemos al Espíritu Santo, Él está con nosotros para siempre, y la palabra oikéo refuerza esto ya que no habla de una morada transitoria, sino del lugar de uno, donde uno permanece. Decir que la salvación se pierde entonces es negar la morada del Espíritu Santo en el creyente. Esto ya que si la morada es para siempre, y Él es la garantía que tenemos de nuestra salvación, entonces es imposible perder algo de lo cual tenemos la garantía de aquello para siempre si de verdad la tenemos.
Una pobre comprensión de la doctrina de la morada del Espíritu Santo nos puede llevar a pensar que la salvación se puede perder. Pero a la vez hay pequeñas cosas que se admiten en el mundo cristiano que van en contra de esta doctrina. Un ejemplo que se ve mucho sería en la alabanza popular. Cientos y cientos de veces se repite la frase "Desciende Espíritu Santo", o "Ven a este lugar" o cosas similares. Más allá de si es correcto o no alabar al Espíritu Santo (el cual guía toda la gloria siempre a Cristo y no a sí mismo), decir estas cosas es volver al Antiguo Testamento donde el Espíritu iba y venía. Por lo tanto hay que tener cuidado con esto ya que el creyente recibe el Espíritu Santo en el momento de su conversión como la garantía de esa conversión. El único caso donde no pasó así después de que Cristo murió fue en los primeros capítulos de Hechos donde en realidad es una transición desde la venida en pentecostés, ya que unos capítulos más adelante ocurriría como pasa hoy en día en el momento de la conversión. Con lo cual, decir que el Espíritu Santo tiene que descender sobre nosotros hoy en día puede significar tres cosas: 1 que el Espíritu no esté morando en vos, con lo cual no sos salvo, 2 crees que el Espíritu te dejó, por lo tanto crees en la perdida de salvación y nunca estarás seguro ya que tu garantía se va, 3 nunca tuviste un correcto entendimiento de la morada del Espíritu Santo en el creyente, y ruego a Dios que si alguien suele decir estas cosas, sea la opción número 3.
En conclusión, tengamos cuidado con las pequeñas sutilezas ya que pueden llevar a grandes problemas doctrinales como la pérdida de salvación. El Espíritu Santo es nuestra garantía para siempre.
Una pobre comprensión de la doctrina de la morada del Espíritu Santo nos puede llevar a pensar que la salvación se puede perder. Pero a la vez hay pequeñas cosas que se admiten en el mundo cristiano que van en contra de esta doctrina. Un ejemplo que se ve mucho sería en la alabanza popular. Cientos y cientos de veces se repite la frase "Desciende Espíritu Santo", o "Ven a este lugar" o cosas similares. Más allá de si es correcto o no alabar al Espíritu Santo (el cual guía toda la gloria siempre a Cristo y no a sí mismo), decir estas cosas es volver al Antiguo Testamento donde el Espíritu iba y venía. Por lo tanto hay que tener cuidado con esto ya que el creyente recibe el Espíritu Santo en el momento de su conversión como la garantía de esa conversión. El único caso donde no pasó así después de que Cristo murió fue en los primeros capítulos de Hechos donde en realidad es una transición desde la venida en pentecostés, ya que unos capítulos más adelante ocurriría como pasa hoy en día en el momento de la conversión. Con lo cual, decir que el Espíritu Santo tiene que descender sobre nosotros hoy en día puede significar tres cosas: 1 que el Espíritu no esté morando en vos, con lo cual no sos salvo, 2 crees que el Espíritu te dejó, por lo tanto crees en la perdida de salvación y nunca estarás seguro ya que tu garantía se va, 3 nunca tuviste un correcto entendimiento de la morada del Espíritu Santo en el creyente, y ruego a Dios que si alguien suele decir estas cosas, sea la opción número 3.
En conclusión, tengamos cuidado con las pequeñas sutilezas ya que pueden llevar a grandes problemas doctrinales como la pérdida de salvación. El Espíritu Santo es nuestra garantía para siempre.
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